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El Azul está de moda, llegó la nueve.

#InPerfecciones
El silbatazo final del domingo por la noche marca un antes y un después en la historia contemporánea celeste, este momento trae consigo diversas muestras de la incidencia del Deporte en el campo social.

 

 

Jorge García Vielma
jorge.garcia@inperfecto.com.mx 

No hay fecha que no llegue ni plazo que no se cumpla es un dicho popular bastante arraigado en la sociedad mexicana, y a éste mismo es al que apelaban la gran mayoría de los aficionados al Club Deportivo Cruz Azul en esta última semana. Más allá si el resultado les sería favorable o no, alrededor del entorno celeste orbitaban elementos dignos para un análisis que rebasara las fronteras de lo meramente deportivo, porque la famosa “maldición” resulta bastante peculiar y única en el mundo del futbol.

Se puede empezar preguntándose, ¿cómo podía haber aficionados a este equipo si en toda su vida nunca lo habían visto campeón de liga? Pareciera que su destino estaba totalmente marcado por las tragedias, una tras otra aparecían de manera rutinaria y siempre la venidera era más dolorosa que la anterior. El rostro de su hinchada se llenaba de lágrimas, su llanto era una muestra de que vivían el futbol al límite, su pasión estaba siendo controlada por la frustración, coraje, desilusión y demás sensaciones negativas, pero a pesar de éstas siguieron “aguantando y alentando” por su máquina celeste. Eduardo Galeano señalaba que es más fácil cambiar de posición política o incluso hasta de pareja sentimental antes que de equipo de futbol; los cementeros son la fiel muestra de esta premisa porque atravesaron momentos verdaderamente turbulentos pero no abandonaron este barco.

En la semana de la final del futbol mexicano se percibía un ambiente distinto, uno que pocas veces se ha notado a pesar de que es común ver al Cruz Azul en la instancia final del torneo local. Aunque no se fuera aficionado a estos colores una gran mayoría de personas se mostraban a favor de que “este año si fuera el bueno” y por fin se rompiera con la sequía de casi veinticuatro años sin salir campeón, ¿por qué sucedió esto? Claramente no existe una respuesta absoluta que explique del todo esta sensación, y no es necesario hallar un razonamiento válido a este fenómeno sino que basta con poner sobre la mesa que el balón puede ser motivo para unir a quiénes parecen estar totalmente distanciados; desear que al otro le vaya bien porque lo merece es algo complicado de encontrar hoy en día en nuestras sociedades y saber que el Deporte sirve para este tipo de encuentros resulta gozoso y dichoso.

Ahora bien, el Cruz Azul se erigió como el que más del futbol mexicano, ¿qué pasaría después? Hay dos momentos destacables, el primero de ellos ocurrió en la cancha del mítico Estadio Azteca, en pleno festejo los jugadores y directivos realizaron un círculo, todos hincados y abrazados listos para realizar una oración y “dar gracias” a quién los había llevado a salir campeones, ¿no es esto una imagen verdaderamente expresiva? El deportista fue quién se esforzó al máximo en el terreno de juego para alcanzar su objetivo pero a pesar de ello tiene interiorizado que sin la obra del ser supremo nada sería posible. Además se detuvo por un momento toda la algarabía y júbilo para dar paso a este acto tan místico.

Por otro lado se encuentra la afición y la manera de vivir la obtención de la novena estrella del equipo de sus amores. Podría parecer un chiste pero después de tantos años sin ganar un campeonato liguero, ¿cómo debían de festejarlo? Sus lágrimas ahora eran de felicidad pura, su alegría no cabía en su cuerpo y por ello gritaban todos al unísono el nombre de su equipo. Algunos otros más optaron por salir a las calles y congregarse alrededor de monumentos históricos hondeando las banderas y coreando algunas porras en honor a su escuadra. Ni la actual pandemia por COVID-19 pudo ser impedimento para festejar de manera inconmensurable, para quiénes no comparten este sentimiento podría parecer arriesgado y hasta absurdo llegar a estos niveles, pero para el hincha fiel esto es lo menos que se puede hacer.

El escudo cementero desde el lunes pasado amaneció con una estrella más y esto da paso al cierre de una narrativa caracterizada por tragedias y derrotas, por fin se puede dar carpetazo a esta inercia encapsulada en la palabra cruzazulear. Esta alegría es multigeneracional porque así como vemos a los más grandes festejar el triunfo también aparecen las nuevas camadas de hinchas celestes que cuentan con la misma pasión. El Deporte de nueva cuenta se presenta como el escenario donde se tejen las historias más increíbles de una sociedad, el campo deportivo es fiel testigo de la manera en que cada persona expresa cualquier sentimiento. Enhorabuena y que esta máquina no deje de pitar. 

Rueda el balón, rueda la vida.

 

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