Sexualidad

RESPETAR LA LIBERTAD DE ELEGIR, ASI SEA LA MUERTE LO ELEGIDO; INCLUSO SEA UN HIJO (A), QUIEN LO ELIGE.

#Sexualidad
Esta es tu vida y saber decidir en como vivirla es indispensable, cómo también decidir cuando te toca desde la cama de un hospital.

 

 

Dr. Juan Manuel Carvajal Blancas
Contacto: 9512262913
juanmanuel.carvajal@inperfecto.com.mx

Cuando realizaba mi Servicio social de psicología en el Hospital General de Puebla, en el año 1996, me tocó la atención de una situación que recordaría el resto de mi vida. Un joven de 22 años de edad, por razones religiosas, se negaba a aceptar una transfusión de sangre, la cual le permitiría continuar viviendo.

Mi jefa de Salud mental nos preguntó a los pasantes “¿Quien quiere tomar el acompañamiento de esta persona?” , de quien habían solicitado la interconsulta de psicología por parte del área de medicina interna.

Yo levanté la mano, mi ego y mi inexperiencia, me decían que podía hacer yo algo para convencerlo de que aceptara la donación de sangre, de que valía la pena vivir; convencerlo de que podía ser flexible con sus creencias, de que el Dios en quien creía se sentiría orgulloso de él, de defender la vida que le había sido dada, hasta llegar al punto de confrontarlo, y un buen de etcéteras que reflejaban más mi frustración y mi ego herido hasta ese momento, que mi voluntad de acompañar a una persona cuya postura era firme; él sabia que moriría al negarse a la transfusión, pero no le importaba; habría sido leal a su Dios, Jehová, a la prueba impuesta y en recompensa por su lealtad seguro es que ganaría el paraíso prometido, tal como sus creencias y la interpretación de su texto bíblico se lo habían enseñado desde niño.

Lo visité durante dos días mas en la sala de hospitalización, había platicado con su familia, quienes estaban en la misma postura de apoyar su negativa. La tarde en que nos despedimos, ya bastante desmejorado él, me había dicho que lo pensaría y al día siguiente que yo lo visitara, tendría ya una respuesta. Lo miré dudando, reflexivo, después de una sesión en que habíamos hablado de otras cosas menos relacionadas con la transfusión y dentro de ese deterioro, él sonreía. No dudaba que le agradaba que charlaramos, aunque su postura siempre fue estoica; esa duda que miré en él, alimentó mi esperanza.

A la mañana siguiente subí a hospitalización, antes de lo acostumbrado. Iba yo seguro de que habia “ganado” y que seguro ese mismo día recibiría la transfusión; mi jefa estaría contenta y mis compañeros sorprendidos de que “había yo logrado que él siguiera viviendo” (así es la fantasía, el pensamiento mágico- pendejo y la neurosis cuando somos principiantes, poco crecidos, poco empáticos y menos preparados en esto de acompañar).

Llegué con mi consultante y su cama estaba vacía, ya tendida; su compañero de habitación me dijo: murió en la madrugada, ya se lo llevaron…

Fue un golpe duro para mi, me sentía culpable, imbécil; me sentí en ese momento que le había fallado incluso a mis compañer@s, a mi Jefa de área, que había confiado en mi. Después de todo yo había pedido intervenir en esa atención. Me sentía fracasado y pensé que había cometido un error al estudiar psicología… que me había yo mismo fallado.

Lloré con mis compañeras y lloré bastante… de inmediato, ellas (también inexpertas) me compadecieron, me abrazaron y lloraron incluso conmigo. Alicia, mi jefa no, ella me miraba con atención, en absoluto silencio, con una mirada que sentía yo firme y seria. Pensé en lo encabronada que seguro estaba por mi “pésima labor”.

Esperaba yo escucharla señalándome mis “errores técnicos de intervención” y cuando terminaron de abrazarme mis compañeras, soltó una pregunta directa y sin anestesia, como una rafaga, que aún la recuerdo como si la hubiera escuchado esta mañana: “¿Quien chingados te crees tú, Juan Manuel Carvajal, para decidir quién vive y quien no? ¿Acaso eres un cabrón Supermán, un Todopoderoso?¿quien chingados te crees, hombre omnipotente? Deja de culparte, tu careces de poder alguno sobre nadie; él decidió morirse, fue su elección, así lo quiso y te guste o no, ejerció su libertad… ¿quién te crees tu para imponer tus creencias a costa de las suyas? Deja ya de fastidiarte y respeta su elección, deja tu soberbia a un lado, es tu ego el que se siente herido… él decidió morirse y ante eso, nada podías hacer…”

Mis compañeras se quedaron mudas, solo me miraban, aunque ya de otra manera menos compasiva, solo escuchaban mis sollozos. Lejos de compadecerme o consolarme, Alicia me había sacado de golpe de esa condición autocompasiva, culpígena, confrontandome ahora con mi soberbia, de la forma como a pocas personas les he mirado hacerlo. Alicia Montero Clavel fue mi gran maestra de la psicoterapia, la primera. Una psicoterapeuta Humanista Gestáltica, que sabía abrazar con ternura y amor cuando era necesario hacerlo y que le encantaba también dar madrazos, de esos duros y confrontativos que rompen las formas más sutiles y las más grotescas de manipulación.

Comprendí entonces una de las lecciones más importantes de mi vida: cada persona es libre de elegir lo que quiera y esa elección conlleva una responsabilidad; incluso, morir, es una elección digna de ser respetada. En este respeto reside también la comprensión como un acto de infinito amor.

Hoy se que sus últimos momentos de vida de este chico fueron dolorosos, sin embargo sonreía, así lo miré la tarde en que nos despedimos. Lejos de ser un fracaso, había tenido en mi, una compañía para sus últimos momentos de vida, un testigo de su decisión.

Después de esa tarde de “Terapia de emergencia” con Alicia, amé ser psicólogo y años después me haría también un Psicoterapeuta Humanista y Doctor en psicología.