#Arquitectura
Quienes hayan leído las obras de Arquímedes, probablemente dirán que no es posible conseguir un nivel exacto con el agua, porque él mantiene la teoría de que la superficie del agua nunca está a nivel.
Carlos Rosas C / @CarlosRosas_c
carlos.rc@inperfecto.com.mx
Llegamos al final del libro Octavo; a lo largo de este libro Vitruvio de manera literal desborda su conocimiento sobre el tema del agua, que, en la práctica de la arquitectura representa un desafío muy interesante. La salubridad, conducción y captación del vital líquido dejan de manifiesto que el conocimiento del comportamiento del agua y las herramientas para dominarla son esenciales en la práctica del arquitecto de cualquier época. Nos acercamos al desenlace de una obra extraordinaria llena de conocimiento. Sigan con nosotros en el especial de arquitectura “En búsqueda de los maestros” sobre los Diez Libros de Arquitectura de Marco Vitruvio Polión.
CAPÍTULO CUARTO
PRUEBAS PARA COMPROBAR LA SALUBRIDAD DE LAS AGUAS.
Deben realizarse las siguientes experiencias y pruebas para detectar la calidad del agua. Si se trata de aguas corrientes y al descubierto, antes de emprender su conducción, obsérvese y examínese atentamente la constitución de los miembros de las personas que viven en sus alrededores; si poseen cuerpos robustos, un color fresco de la piel, unas piernas sin defectos y ojos limpios, el agua será de inmejorable calidad.
De igual modo, si el manantial de agua procede de pozos nuevos, su agua será excelente si no deja ninguna huella al echarla en un vaso corintio o de bronce de buena calidad. Si hervimos el agua en un recipiente de bronce, la dejamos reposar y luego la derramamos fuera, será un agua de calidad contrastada si no deja arenilla ni barro en el fondo del recipiente. Si ponemos a hervir legumbres en un recipiente con esta agua y observamos que cuece rápidamente, es una señal inequívoca de la calidad y salubridad del agua. Si el agua fluye limpia y transparente, si en los lugares por donde discurre o se derrama no crecen ni musgo ni juncos y si el lugar no ofrece ninguna suciedad sino que presenta un aspecto limpio, es una señal clarísima de que el agua es suave y perfectamente salubre.
CAPÍTULO QUINTO
MODO DE NIVELAR LAS AGUAS.
Pasaré a explicar ahora el método más conveniente de conducir el agua a las viviendas y a las ciudades. El primer paso es un estudio del nivel del terreno. El nivel se fija con la ayuda de la dioptra, con niveles de agua, o bien con un corobate. El mejor método es usar un corobate, pues la dioptra y los niveles de agua fallan en ocasiones. El corobate es una regla con una longitud aproximada de veinte pies. En sus extremos posee unos brazos transversales que se corresponden con exactitud, poseen la misma medida y están fijados en los extremos de la regla, formando un ángulo recto; entre la regla y estos brazos van unos travesaños sujetos por medio de espigas, que tienen unas líneas trazadas en perpendicular, con toda exactitud; además, lleva unos hilos de plomo suspendidos en cada uno de los extremos de la regla; cuando la regla está en su correcta posición, si los hilos de plomo rozan de manera idéntica a las líneas trazadas, es señal de que el corobate está perfectamente nivelado.
Pero si el viento constituyera un obstáculo y con los vaivenes las líneas no marcaran una indicación precisa, se abrirá un canalito en la parte superior del corobate, con una longitud de cinco pies, una anchura de un dedo y dedo y medio de profundidad, que llenaremos de agua; si el agua del canal toca de manera uniforme los bordes superiores, es señal de que está perfectamente nivelado. Con la ayuda del corobate, correctamente nivelado, se podrá conocer el grado de inclinación.
Quienes hayan leído las obras de Arquímedes, probablemente dirán que no es posible conseguir un nivel exacto con el agua, porque él mantiene la teoría de que la superficie del agua nunca está a nivel, sino formando una ligera curvatura, y que su centro es el centro de la tierra. Bien; tanto presente la superficie del agua un plano llano, como si muestra una suave curvatura, es preciso que los extremos de la regla mantengan el agua necesariamente a un mismo nivel; si está inclinada hacia uno de sus lados, la parte del canalito que quede más alta no tendrá agua que alcance su borde superior. Por tanto, por el lado que se vierta el agua presentará necesariamente un abultamiento y una curvatura en su parte central, mas los dos extremos, a derecha e izquierda, quedarán al mismo nivel. Al final del libro se encontrará diseñado un modelo de corobate. Si la pendiente es considerable, la caída del agua será más rápida y más fácil; pero si en el recorrido del agua se encuentran barrancadas pantanosas o depresiones del terreno, deberán prepararse unas arcadas o pilares para trazar acueductos.
CAPÍTULO SEXTO
CONDUCCIÓN Y CAPTACIÓN DE AGUAS.
La conducción del agua se puede hacer de tres maneras: por conductos mediante canales de albañilería, por medio de tuberías de plomo o bien por cañerías de barro. Veamos el método a seguir en cada uno de estos supuestos. Si la conducción se realiza mediante canales, su construcción será lo más sólida posible y el lecho de la corriente de agua estará nivelado con una caída de medio pie por cada cien pies de longitud. Su obra de albañilería debe ser abovedada, con el fin de proteger el agua de los rayos solares. Cuando el agua llegue a los muros de la ciudad, se construirá un depósito y tres aljibes, unidos a él para recibir el agua; se adaptarán al depósito tres tuberías de igual tamaño que repartirán la misma cantidad de agua en los aljibes contiguos, de manera que cuando el agua rebase los dos aljibes laterales empiece a llenar el aljibe de en medio.
En el aljibe central se colocarán unas cañerías, que llevarán el agua hacia todos los estanques públicos y hacia todas las fuentes; desde el segundo aljibe se llevará el agua hacia los baños, que proporcionarán a la ciudad unos ingresos anuales; desde el tercero, se dirigirá el agua hacia las casas particulares, procurando que no falte agua para uso público. Los particulares no podrán desviar para su uso privado el agua de uso público, ya que habrá unos conductos especiales directamente desde los aljibes.
La razón que me ha empujado a establecer este reparto del agua es que los particulares que tengan agua en sus propias viviendas deben satisfacer impuestos para el mantenimiento de los acueductos. Si entre las murallas de la ciudad y los manantiales se levantan unas colinas, debe procederse de la siguiente manera: se abrirá un túnel subterráneo, con una pendiente nivelada, como hemos descrito anteriormente; si encontramos un suelo muy poroso o rocoso, el túnel se abrirá sobre el mismo suelo; si es un suelo terroso o arenoso, se levantarán unas paredes abovedadas, formando una galería, y así se hará la conducción del agua. Se abrirán pozos guardando una distancia de ciento veinte pies.
Si se trata de conducir agua por tuberías de plomo, en primer lugar se construirá un depósito junto al manantial y después se determinará la sección de las tuberías en relación al caudal de agua; las tuberías se extenderán desde el depósito hasta el depósito de la ciudad. Estos tubos tendrán una longitud no menor de diez pies cada uno. Si son de cien pies, el peso de cada uno será de mil doscientas libras; si son de ochenta pies, el peso será de novecientas sesenta libras; si son de cincuenta pies, seiscientas libras; si de cuarenta pies, cuatrocientas ochenta libras; si de treinta pies, trescientas sesenta libras; si son de veinte pies, doscientas cuarenta libras; si de quince pies, ciento ochenta libras; si de diez pies, ciento veinte libras; si son de ocho pies, cien libras; si son de cinco pies, sesenta libras.
Los tubos reciben el nombre de la anchura de las láminas o planchas, según el número de dedos que tuvieran antes de adoptar la forma cilíndrica de los tubos. Por ejemplo, si una lámina mide cincuenta dedos, una vez formado el tubo con esa lámina, éste se llamará «de cincuenta dedos»; de igual manera se procederá con otros tubos.
La conducción de agua que se vaya a realizar mediante tuberías de plomo se adaptará a las siguientes condiciones: si desde el manantial hasta la ciudad hubiera un desnivel y no se interpusieran colinas relativamente altas, que constituyeran un obstáculo, sino unos valles, es necesario levantar una base con obra de albañilería, hasta la altura del desnivel, tal como hemos señalado en las zanjas y canales. Si no resultara excesivamente largo hacer un camino alrededor, se hará un circuito; pero, si encontramos valles muy profundos, se dirigirá el curso del agua siguiendo la parte en declive. Cuando las tuberías lleguen al fondo del valle, se elevará un puente no muy alto, lo suficiente para mantener el nivel del agua en la mayor longitud posible; esta construcción formará una especie de «vientre», que los griegos llaman «coelia».
Cuando el agua alcance la pendiente de enfrente, aumenta su volumen ligeramente después de atravesar la longitud de este «vientre» y se ve forzada a elevarse y a remontar hasta la cima de la pendiente.
Si no se llevara a cabo este «vientre» en los valles, ni se construyera un puente para conseguir el nivel, y si no se formara un recodo, el agua romperá y reventará las junturas de las tuberías. En el «vientre» deben abrirse unos aliviaderos, por los que salga la presión del aire. Así, quienes conduzcan el agua por tuberías de plomo, podrán conseguir resultados extraordinarios siguiendo estas normas, pues tanto por terreno en declive, como formando rodeos, «vientres» y elevaciones es posible obtenerlos, pues basta con nivelar los declives desde los manantiales hasta las murallas de la ciudad.
Resulta práctico levantar unos depósitos a intervalos de veinticuatro mil pies, con el fin de que, si se produjera alguna ruptura en alguna de las partes de la conducción, no sea preciso abrir toda la obra, ni toda la estructura y con facilidad se descubra el lugar donde ha sucedido la avería; pero con una condición: que los depósitos no estén situados ni en un declive, ni en la parte horizontal del «vientre», ni en las rampas de subida, ni mucho menos en los valles, sino donde se encuentre un nivel completamente regular.
Si no se quiere realizar un gran desembolso en la conducción del agua, se seguirán los pasos siguientes: se usarán unos tubos de barro con un grosor no menor de dos dedos; estos tubos tendrán unas lengüetas, de modo que se puedan acoplar, ajustando sus extremos; las junturas o uniones se embadurnarán con cal viva diluida en aceite y en los descensos, donde los tubos forman esa parte plana del «vientre», exactamente donde se forma el codo, se colocará una piedra roja agujereada de parte a parte, para encajar en la piedra el último tubo del conducto de descenso y el primer tubo de los que forman la parte plana del «vientre»; de la misma manera, en la pendiente que queda enfrente, se fijarán en la cavidad de otra piedra roja el último tubo de la parte plana del «vientre» y el primer tubo de la conducción de ascenso, y se ajustarán del mismo modo.
De esta manera, ajustando el nivel de los tubos y logrando un plano horizontal, no se desplazarán de su sitio ante la violencia del agua de ascenso ni de descenso. Normalmente, en los conductos de agua se origina una fuerte corriente de aire que incluso llega a destrozar las mismas piedras, salvo que se tenga cuidado en introducir agua poco a poco, con control, y se refuercen con abrazaderas o con lastre de arena los codos y las curvaturas. Todo lo demás se instalará siguiendo los mismos pasos que hemos dicho en los tubos de plomo. Antes de introducir el agua por primera vez desde el manantial o fuente, se extenderá una capa de ceniza para revestir las junturas, en el supuesto de que no hayan quedado suficientemente recubiertas.
Utilizar tubos para la conducción del agua presenta las siguientes ventajas: en primer lugar, si surgiera alguna avería o algún defecto en la obra, cualquiera lo puede reparar; además, el agua conducida por tubos de barro es mucho más salubre que la que llega por tubos de plomo, pues el plomo resulta más perjudicial ya que facilita la presencia de la cerusa que, según dicen, es nociva para el cuerpo humano. Si pues lo que genera el plomo es perjudicial, no cabe la menor duda de que también el plomo será nocivo. Podemos aportar el ejemplo de los que trabajan con plomo y observaremos que tienen la tez completamente pálida. Cuando se funde el plomo, el vapor que despide va penetrando por todos los miembros del cuerpo y va minando la energía de la sangre.
En conclusión, no parece conveniente usar tuberías de plomo para conducir el agua, si queremos que sea salubre. La comida que consumimos cada día nos permite constatar que el agua tiene mejor gusto si se conduce por medio de tubos de barro, pues todo el mundo, aunque dispongan de mesas preparadas con vasos de plata, sin embargo utiliza recipientes de barro para conservar mejor el sabor y la pureza del agua.
Sino encontrarnos fuentes de donde se pueda traer el agua, es preciso horadar pozos. En esta tarea de captar aguas subterráneas, deben tenerse presentes algunas normas y deben examinarse con toda atención y cuidado las características naturales de los distintos terrenos, ya que la tierra posee muy diversas calidades y elementos. La tierra es un conjunto, como todas las sustancias, de cuatro principios elementales: en primer lugar, el elemento tierra; además, el elemento líquido, como son las fuentes y manantiales de agua; también el elemento fuego, que origina el azufre, el alumbre, el betún; y por último, violentas corrientes de aire que llegan enrarecidas a las excavaciones de los pozos, atravesando los intersticios porosos de la tierra y ocasionando serios problemas a las personas que trabajan en las excavaciones; así es, la violencia natural de este vapor que inspiran va obturando el aliento vital en sus narices y los que no huyen velozmente de estos lugares, mueren allí mismo. Para prevenir este serio peligro, procédase de la siguiente manera: introdúzcase una lámpara encendida y si se observa que permanece encendida, se puede descender sin ningún peligro; pero si se apaga por la fuerza del vapor, ábranse unos respiraderos a derecha e izquierda del pozo que den salida a estos vapores como si fueran unas narices.
Una vez realizadas estas tareas y cuando se haya alcanzado el agua, se levantarán alrededor unas paredes de obra, evitando taponar las venas de agua. Si se trata de un terreno duro, o bien, si las venas de agua están demasiado profundas, entonces se recogerá el agua de los tejados o de lugares más elevados, mediante unas obras realizadas con «mortero de Signia». Para obtener este mortero deben seguirse los siguientes pasos: es necesario disponer de arena muy pura y muy dura, piedras de sílex que no pesen más de una libra y cal muy fuerte para la mezcla del mortero; la proporción del mortero será de cinco partes de arena por dos de cal. Se apisonará con pilones de madera guarnecidos con hierro todo el foso, hasta el nivel de la profundidad deseada.
Después de apisonar las paredes, se vaciará la tierra que quede en medio hasta el nivel inferior de las paredes. Aplanado todo, se apisonará el suelo hasta lograr el grosor prefijado. Si se hicieran dos o tres cisternas, de modo que se pueda trasvasar el agua de una a otra, se conseguirá que el agua sea más salubre y agradable para su uso; efectivamente, al reposar el limo en el fondo, el agua quedará más clara, conservando su auténtico sabor, sin olores extraños; de lo contrario, es preciso añadir sal y posteriormente filtrarla.
De la mejor manera que he, podido, he ido señalando en este volumen lo más importante sobre las propiedades y variedades del agua, sobre las posibilidades que ofrece su uso y sobre los sistemas de conducirla y de contrastar su calidad. Pasaré a tratar en el libro siguiente sobre la gnomónica y sobre la teoría de los relojes