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KITOKO MINGI, Un soldado, un niño y su historia 

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KITOKO MINGI, Un soldado, un niño y su historia

 

Adamantio 
redaccion@inperfecto.com.mx

 

Autores. Laura Dutour 

 Nelson Gianoni 

Las guerras del siglo XX tienen una de las armas más nefastas para la raza humana, los  llamados niños soldados. En África, Medio Oriente y algunas zonas de América Latina se  utiliza esta modalidad repulsiva de guerreros como si el solo hecho de la guerra ya no fuera  lo suficientemente rechazable que le suman el entrenamiento de niños para estos fines.  Este armamento bélico infantil demuestra el fracaso de el Hombre como especie superior a  todas y la misma degradación de la sociedad en su conjunto dentro de lo que le damos el  nombre de mundo. La principal actividad de un infante es jugar y aprender para contribuir a  la sociedad acciones positivas en su futura etapa adulta. Todos los niños tienen algo de  maldad pero es una maldad inocente, nosotros los adultos, los encargados de darle  protección y enseñanzas a esas precoces vidas somos los que corrompemos su accionar y  activamos la malicia destructiva de nuestras futuras generaciones. Un guerrero prematuro  es formado cuando un adulto le hace entrega de un fusil que en algunos casos pueden  doblarlo en tamaño a nuestro pequeño soldado, somos indiferentes a estas realidades del  mundo, a estas acciones autodestructivas de la especie y la sociedad. Todo esto nos  parece que no sucede hasta que lo vemos o sentimos, pero de todas maneras nos  enajenamos de esos hechos quizás por la simple costumbre del Hombre de delegar  problemas a otros o de querer escapar de esa realidad. Esa acción es el mayor error que  podemos cometer como sociedad ya que todos somos un eslabón de esta cadena que  nombramos humanidad y cada uno pone su grano de arena para bien o para mal.  

Kitoko Mingi es un libro que trata de las miserias que podemos lograr producirle a otro ser  Humano (en especial a los niños) pero también hace referencia a una ideología filantrópica  de un oficial de las Fuerzas Armadas Uruguayas al servicio del contingente de paz de la  ONU en la República Democrática del Congo (RDC) que a fuerza de valores y optimismo se  propuso dar un toque de esperanza en medio de la brutal segunda guerra del Congo. Sus  acciones se pueden ver como una mota de polvo en el infierno de guerra y muerte pero  nunca dejan de ser tan importantes, valorables e imitables para el resto de los mortales  como nosotros. Neko, nuestro soldado de la paz se prometió a si mismo y a sus hijas que  durante el tiempo que estuviera en la RDC al menos convencería a uno de los niños  soldados para dejar las armas y transitar en la aventura más sagrada que puede transcurrir  en la vida de un niño, ir a la escuela para dedicarse a la verdadera actividad para la que  está hecha esa etapa de todo ser humano. 

La sociedad de RDC tiene una forma de vida totalmente distinta a la occidental y más aún a  la de mi país (Uruguay), este pequeño país ubicado entre medio de dos gigantes como  Argentina y Brasil. En Kinshasa la capital congoleña, describe como las mujeres de tez  negra como el espacio infinito y estrellas a lo lejos simulando sus sonrisas blancas, valoran  cosas tan simples como bailar, cantar o simplemente custodiar a un enjambre de pequeños  que se enorgullecen de que sean sus dependencias. Toda esta alegría que para mí, para  usted o para casi toda la mayoría de la humanidad pueden sonar como banales o comunes  contienen una importancia superlativa para esas mujeres. Nada de esto se puede conseguir  con dinero solo se necesita saberlas vivir y siempre hay que tener en cuenta que ellas son  felices dentro de lo que pueden, estando en una guerra que dejó más de seis millones de  muertos y un millón y medio de niños soldados. Esta alegría desmesurada, esas mujeres 

vendiendo mazamorra en la calle para alimentar a su prole siempre con una sonrisa  sorprendió gratamente a Neko en su llegada a Kinshasa. El fue criado en una familia de  clase media en la ciudad de Paysandú y ese día se dio cuenta que era muy poco lo que se  necesita para ser feliz. 

Pasados varios meses de su arribo al continente sin frio y una monótona vida entre papeleo  y formularios dentro de su oficina de la ONU, su oficial al mando le propone una ida al este  del país para oficiar de mediador entre la ONU y el caudillo guerrillero más peligroso del  RDC. Este hombre comandante de la tribu Mai-Mai se ofreció a entregar sus armas y con  ellas a su ejército. Siendo mayoritariamente de niños soldados. La tribu Mai-Mai se  dedicaba a secuestrar infantes desde muy temprana edad para cargarlos de fusiles,  revólveres y arcos y flechas envenenadas para ser parte de su milicia. Hablamos del  comandante Gadeon, o más conocido en Centroáfrica como el caníbal del Congo. Ya  siendo apoderado de este apodo nos podemos imaginar de la maldad que este semidiós  tribal profesaba contra sus enemigos.  

Neko llegó al medio de la selva enorme y majestuosa, llena de vida y no le cabía en su  mente que tal belleza natural y un paisaje tan biodiverso fuera cede de las batallas de las  fuerzas armadas congoleñas contra los milicianos rebeldes, esencialmente niños soldados.  Eso era el gran karma de este compatriota de la paz. Dentro de toda esa belleza natural se  encontraba un fortín con la bandera uruguaya como estandarte diseñado como para  albergar a los doctores, maestros y voluntarios de UNICEF. La infraestructura estaba  protegida por el ejército nacional de Uruguay en representación de la ONU. Esta fue una de  las exigencias de Gadeon, solo entregaría sus armas a las fuerzas armadas Uruguayas.  Motivo por demás del enorgullecimiento de nuestra patria. El ejército oriental tuvo su pasado  negro pero con acciones de esta índole se produce una rectificación social ante los  crímenes consumados en nuestro territorio en las décadas del 70 y 80. Estos crímenes  nunca se olvidarán en la memoria de los damnificados de esos años pero las cosas que se  hicieron o se hacen en nombre de la paz debemos reconocerlas. No puedo dejar de aclarar  que en la dictadura uruguaya existían dos bandos como es de público conocimiento, la  diferencia y discordancia en un modo totalmente personal es que los guerrilleros tupamaros  estaban para defender sus ideales pero las fuerzas armadas tenían como única y lógica  función defender el pueblo, de lo cual fracasaron tras tergiversar la idea de defender la  nación con un régimen defacto. 

Luego de un planteamiento moral de mi persona pero siempre respetando otra opinión, es  momento de ubicar al oficial Neko dentro de la fortaleza uruguaya. En los grandes portones  de la estructura se veía un cartel con la leyenda “Libertad o Muerte” y dos banderas a los  lados que para un congoleño no significarían nada, pero para uno que es orgullosamente  nacido en la Banda Oriental esos pabellones simbolizan nuestra libertad, la bandera de  Artigas(prócer dela patria) y la de la República Oriental del Uruguay, y en el centro del cartel  tallado de madera se encuentra el nombre de la compañía Charlie. Esta compañía se  encargaba de brindar seguridad a los negociadores de la ONU durante el proceso de  desarme.  

Transcurrida la noche con cierta calma sin desestimar los nervios del accionar de todas las  partes el día llegó y no solo trajo los primeros rayos de sol, también arribó con él, una gran  horda de personas acompañadas de sonidos de tambores, ellos eran los Mai-Mai. El tratado  de desarme fue tosco pero con el correr de los días se fue flexibilizando y empezaron a  acudir de menor a mayor número esos pequeños soldados con sus grandes armas para ser  entregadas en la compañía Charlie. Neko se hizo muy amigo de uno de los ex milicianos  rebeldes que en el momento de entregar su arma dejó de ser guerrero y se volvió a 

transformar en niño, su nombre era Cabonzo y solo tenía 9 años al momento de la entrega  de su herramienta de muerte. Cabonzo marcó el camino con la guía de Neko para que el  resto de niños soldados lo imitaran. 

En la pequeña aldea cercana y semi destruida, casi tragada por la selva, se encontraba una  estructura emblemática para Neko, sobre la puerta tenía un cartel de esos que no importa el  idioma que esté escrito, todos sabemos lo que dice “Ecole” (escuela). La horda de  voluntarios de UNICEF acudió a la escuela arruinada para poder dejarla en condiciones  para los niños. El desarme fue un éxito, y la disolución del ejército de niños soldados dejó más que orgulloso a Neko y la compañía Charlie, ya con la escuela en condiciones Neko y  varios oficiales se ofrecieron a llevar a los niños a su primer día de clases y así fue como lo  hicieron. Todo llegó en grandes camiones celestes de la ONU y con un gran abrazo a  Cabonzo, Neko lo entregó a los maestros, junto con el resto de los niños, así termina una  historia, pero comienza otra, las hazañas de Cabonzo para recuperar lo que jamás debió  perder, su niñez.

Adamantio 

Germán Vivían 

Uruguay 

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