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La magia de los antiguos egipcios. Dioses, mitos, magos y leyendas parte 1

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Hablar de Egipto era hablar de un mundo enigmático y fascinante, habitado por sabios legendarios, poderosos magos y grandes faraones.

 

Javier Vilar, Fundador de Sophia, Escuela de Sabiduría Práctica / Fundación Sophia México
editorial@inperfecto.com.mx

Desde la más remota antigüedad, Egipto1 tuvo fama de ser la cuna ancestral de la sabiduría, la tierra de la magia y la patria de los misterios. Ya en aquel entonces, hablar de Egipto era hablar de un mundo enigmático y fascinante, habitado por sabios legendarios, poderosos magos y grandes faraones, cuyos templos, tumbas y pirámides reflejaban con su portentosa técnica las sublimes proporciones de lo divino y lo eterno. Es por eso que todo aquel que anhelaba conquistar la sabiduría y desvelar los ocultos secretos de la vida y la muerte, viajaba a Egipto en busca de su ciencia, su magia y sus misterios. De hecho, los tres sabios más famosos del mundo griego, que fueron Orfeo, Pitágoras y Platón, estudiaron su ciencia en las Escuelas de Sabiduría del Antiguo Egipto. Pero además de ellos, parece ser que Solón, Tales, Anaxágoras, Anaximandro, Demócrito, Heráclito, Licurgo, Eudoxio de Cnidos, Plutarco, Eratóstenes, Amonio Saccas, Plotino, Teón de Alejandría, Hecateo de Mileto, Estrabón, Apolonio de Tyana, Jámblico, Diodoro de Sicilia y Apuleyo, entre otros, bebieron también de las inagotables fuentes de la sabiduría egipcia.

El viajero griego Herodoto, que visitó Egipto hacia el año 465 a. C. habla de los egipcios como «los hombres más antiguos del mundo», y reconoce que «cultivaban y ejercitaban la memoria más que los demás hombres». Es más, entre todos los pueblos que Herodoto cita en sus crónicas, no duda en calificar a los sabios egipcios como «la gente más hábil y erudita que hasta el presente ha podido encontrar», refiriéndose especialmente a los sacerdotes de Heliópolis como «los más sabios y letrados de todo el Egipto». Además de manifestar su asombro por sus avanzados conocimientos de astronomía (calendario egipcio) y de medicina, Herodoto afirma que los egipcios fueron los que instruyeron a los demás pueblos sobre los misterios de la vida y la muerte, sobre la reencarnación de las almas o metempsicosis y sobre la inmortalidad del alma2.

Por su parte, Clemente de Alejandría que vivió en el siglo II-III d. C. decía que los egipcios guardaban en los templos una enciclopedia con todo su saber sagrado y secreto, un corpus de sabiduría escrito por el dios Thot que estaba compuesto de 42 volúmenes, de los cuales al menos seis de ellos trataban de medicina, otros se ocupaban de la magia y algunos también de matemáticas y geometría, mientras que el resto de libros abarcaba «desde las leyes, la educación de los sacerdotes, la historia del mundo, la geografía, los jeroglíficos, la astronomía, la astrología y la religión»3.

Platón también atribuye a los egipcios, en concreto a Thot, que era el dios de la sabiduría y de la magia, la invención de los números, el cálculo, la geometría, la astronomía y la escritura4. De hecho, en la literatura egipcia encontramos frecuentes alusiones a un libro legendario de magia y sabiduría que contenía «las Enseñanzas Secretas del dios Thot». Un libro tan antiguo como misterioso que según la tradición ancestral había sido escrito por el propio Thot cuando transmitió su ciencia divina a los primeros sabios egipcios. Según el mito: «Thot escribió el libro con su propia mano y en él estaba contenida toda la magia del cosmos. Si leías la primera página podías encantar al cielo, a la tierra, al abismo, a las montañas y al mar; podías comprender el lenguaje de los pájaros del aire; conocer todo lo que dicen las cosas que hay sobre la tierra y ver a los peces en las oscuras profundidades del mar océano. Si leías la segunda página, aunque estuvieras muerto e incluso en el mundo de los fantasmas, podías regresar a la tierra con la apariencia que tenías estando vivo. Y además de todo esto, podías ver al sol resplandeciendo en el cielo con la luna llena y las estrellas, y contemplar las maravillosas siluetas de los señores de la eternidad (los dioses)»5.

 

El origen del «Libro Secreto de Thot» se pierde en la noche de los tiempos, pues sabemos que a comienzos de la IV Dinastía, el rey Keops le pidió al mago Djedi que le dijese dónde estaba oculto, para poder usar su ciencia secreta en la construcción de su templo funerario. Lo cual significa que ya en el 2.600 a.C. (Imperio Antiguo) el Libro de Thot era un texto ancestral de la época remota en la que los dioses gobernaban la tierra. Lo cierto es que a lo largo de la historia egipcia fueron muchos los sabios y príncipes que emprendieron la búsqueda del misterioso Libro de Thot, teniendo que enfrentar múltiples pruebas, peligros y dificultades para poder llegar hasta él. Nombres de personajes legendarios como el mago Djedi o Nefer-Ka-Ptah; de reyes como KeopsMen-Kau-Rá o Amenhotep III; de príncipes como HordjedefHerutataf o Ja-Em-Waset y de célebres sabios como Amenhotep hijo de Hapu, aparecen de una u otra forma vinculados a él en diversos textos y narraciones literarias como el Papiro Westcar o el Ciclo de Setne-Jamuas. Incluso hay algunos capítulos del Libro de los Muertos, como el Nº LXIV, que dice «Este capítulo (del Libro de Thot) fue hallado en tiempos del rey Men-Kau-Rá, en la ciudad de Khemenu, bajo los pies de una estatua del dios Thot. Estaba grabado en un bloque de hierro y la inscripción estaba incrustada con auténtico lapislázuli. El hallazgo fue hecho por el príncipe real Herutataf con motivo de su viaje de inspección a los templos».

 

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