#InPerfecciones
La narrativa del conflicto que ha socavado la certeza electoral solo es el síntoma de una economía en franca contracción que terminará por desestabilizar al mundo.
Carlos Rosas Cancino / @CarlosRosas_C
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El paradigma del capitalismo mundial se encuentra en crisis, una severa crisis que le asedia en varios frentes, la pandemia por COVID-19 y la crisis económica derivada, la crisis social y para rematar la crisis política por la falta de certeza en el proceso electoral del pasado 3 de noviembre. El país más “poderoso del mundo” al parecer estiró demasiado la cuerda y se encuentra al borde de un conflicto postelectoral sin precedentes.
Resulta irónico que el ciclo del modo de producción capitalista no pueda protegerse a si mismo y termine destruyéndose a si mismo, porque sería muy ingenuo pensar que el poder económico se encuentre desligado del poder político; parece que el mejor ejemplo de la comunión que existe entre economía y política representado por Donald Trump al frente del Gobierno de Estados Unidos, es la bomba de tiempo que pone en peligro la estabilidad de un país que por presunción se jactó de tener la “democracia perfecta”.
La narrativa del conflicto que ha socavado la certeza electoral solo es el síntoma de una economía en franca contracción que terminará por desestabilizar al mundo. El intervencionismo político y económico norteamericano ha permeado a tal grado en el mundo, que podemos ver escenas “kafkianas” de apoyo a un mandatario de grotescos modos por parte de los que en otro momento han manifestado su malestar por las declaraciones despectivas de Donald Trump.
La política se encuentra rebasada, el escenario electoral en Estados Unidos no habrá de resolverse en las urnas, y aunque los tribunales resuelvan a favor de uno o de otro, la evidencia de la fractura se verá reflejada en las calles. Pero ese es al espíritu del capitalismo, destruir como válvula de escape para reactivar la economía al precio que sea, pasando por encima de la ley y de la vida de quién sea para mantener el poder –político y económico- en la misma élite.
Las economías emergentes padecen y se encuentran ansiosas por conocer los resultados y el margen es muy estrecho, la dependencia y sumisión económica no puede generar países soberanos y mucho menos democráticos. El cambio de paradigma mundial se antoja conveniente, sin embargo, pensar en un escenario así, representa una convulsión que no sería pacífica, desafortunadamente para lograrlo se necesita muy buena voluntad, y al final del día si de algo carecen los gobiernos es de esa virtud que podría lograr el consenso mundial, eso nos deja parados en la incertidumbre y totalmente a merced de la suerte. Una vez más la prudencia, el diálogo y el sentido común deben quedar en manos de la sociedad civil, lo más conveniente sería elegir el consenso sin intermediarios políticos, es decir, autogestión.