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El fascinante estudio de la psique humana

#InPerfecciones
La Psicología, tal y como se entiende hoy en día, estudia la conducta, comportamiento y reacciones del ser humano a través del análisis de sus motivaciones, sus deseos, sus fobias, sus traumas, desequilibrios y complejos.

 

Javier vilar, fundador de Sophia, escuela de sabiduría práctica / facebook: fundación sophia méxico
editorial@inperfecto.com.mx


En rasgos generales, podemos decir que la Psicología, tal y como se entiende hoy en día, estudia la conducta, comportamiento y reacciones del ser humano a través del análisis de sus motivaciones, sus deseos, sus fobias, sus traumas, desequilibrios y complejos, enfocando los procesos psíquicos conscientes,  subconscientes e  inconscientes  desde un punto de vista orgánico,  funcional y claramente mecanicista, ya que para la mayor parte de escuelas contemporáneas, la realidad del hombre es fundamentalmente biológica. En consecuencia, si el hombre es entonces poco más que un animal inteligente, es lógico que se justifiquen sus más bajos instintos, su agresividad y su conducta «animal», en los diversos ámbitos de nuestra sociedad, llegando incluso  a  establecer  ciertas  conclusiones  y  teorías  moralmente aberrantes, a partir de las cuales se fundamentan algunas de las  principales  corrientes de la  sociología  y  la  antropología modernas, como por ejemplo que el hombre desarrolló su inteligencia evolucionando desde las especies pre-homínidas, a los estadios avanzados de homo erectus, homo habilis y homo sapiens, gracias al extraordinario desarrollo de su instinto asesino, pues según esta concepción, la inteligencia del hombre evolucionó principalmente impulsada por su necesidad de construir armas cada vez más eficaces, que le permitieran matar de forma efectiva a aquellas presas y enemigos que eran físicamente más fuertes que él.

     Para la psicología contemporánea, la realidad esencial del hombre es fundamentalmente biológica (soma) o psicológica (psique) según las escuelas y tendencias. En el primer caso, se cree que la conducta del hombre está regida fundamentalmente por los instintos, que se manifiestan a través de impulsos subconscientes de atracción y rechazo. Según ellos, el factor determinante que condiciona, de forma inexorable, la personalidad y la conducta de un ser humano, son sus genes. Esta concepción biológico-mecanicista ha dado lugar a diversas escuelas como el conductismo y el superconductismo, cuyo principal campo de acción es el de la psicología aplicada a la publicidad, a los medios de comunicación y al marketing de ventas. Ya que partiendo de la hipótesis de que el hombre es en esencia un animalito, que reacciona básicamente de una misma manera ante determinados estímulos de atracción y rechazo, la conducta, tanto del individuo como de las masas, puede ser entonces predeterminada con cierto grado de exactitud y, por consiguiente, también puede ser preestablecida de antemano, manipulando eficazmente su subconsciente a través de dichos estímulos, condicionándola para que reaccione tal y como se pretende que reaccione.

     En segundo lugar y en un plano de importancia mucho más secundario, respecto a su influencia en la actual  sociedad  de  consumo ,  estarían  aquellas  escuelas  que  conciben  al  hombre  como  un ser  de naturaleza fundamentalmente psíquica. Estas doctrinas, que podemos calificarlas dentro de la psicología humanista, otorgan una mayor dignidad a la condición del ser humano y conceden a la conciencia, a la inteligencia y a la voluntad o libre albedrío un papel principal y determinante de la conducta del hombre por encima de los condicionamientos genéticos, los impulsos biológicos y las tendencias y motivaciones del instinto animal, sin dejar por ello de concederle cierta importancia a dichos factores. La psicología humanista pone el acento en el hombre y en aquello que le distingue y caracteriza como tal, diferenciándolo de las demás criaturas. En estas doctrinas el individuo adquiere una importancia fundamental y el condicionamiento más determinante de su conducta sería la educación, cuyo desarrollo fundamentaría la naturaleza de su carácter, sus valores éticos y su comportamiento, si bien el factor decisivo seguiría siendo por encima de todo la voluntad y el libre albedrío del individuo.

     A diferencia de la psicología biológico-mecanicista y de la humanista, y sin restar importancia a los elementos válidos de esta última, la psicología espiritual o Psicosophia -que es la que siempre se enseñó en las diversas escuelas de filosofía y centros de Sabiduría del mundo antiguo-, concibe al hombre como un ser de naturaleza espiritual, cuya esencia es inmortal y divina, y cuya constitución está integrada por varios cuerpos, que, adaptados a los diversos planos de expresión de la Naturaleza, le permiten experimentar, comunicarse e interactuar en ellos, de forma consciente y voluntaria. Platón y la mayor parte de los filósofos de la antigua Grecia, identificaban el Nous como el divino principio consciente del hombre, cuya esencia es de idéntica naturaleza a la de los Dioses. 

   Mientras la psicología mecanicista otorga la máxima importancia al «yo animal» (soma) y la humanista al «yo humano»  (psique),  la Psicosophia pone el acento en el «yo divino» (Nous) o Espíritu inmortal del ser humano, que es lo que el Hombre fue, es y será, más allá del tiempo y de las formas. Totalmente contraria a la manipulación despiadada del conductismo, que engendra en el hombre toda forma de materialismo, y relativamente alejada del humanismo, que carente de una proyección trascendente hacia lo espiritual, corre el riesgo de acabar encerrando al hombre en un círculo vicioso de individualismo egocéntrico, la Psicología espiritual concibe al cuerpo y a la psique como vehículos de expresión del Espíritu inmortal del hombre o «yo divino», magníficos vehículos de expresión puestos a su entera disposición a fin de que pueda realmente aprender y perfeccionarse en esta maravillosa aventura que es la escuela de la Vida.

Javier Vilar

 

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