#InPerfecciones
“El mejor médico es el que mejor inspira esperanza.” -Samuel Taylor
Maikel Ansted Hoffmann / @AnstedM
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Hoy quisiera hablar de un tema poco reflexionado pero muy visto, y espero… muy valorado: la medicina y los médicos.
La época actual, llena de descubrimientos, que ya nos sorprenden, de incursiones dramáticas y generalmente exitosas más allá de la estratósfera, cada vez con más dominio del inmenso y misterioso macrocosmos, producto del talento y dedicación de grandes grupos de seres humanos; nos lleva a meditar sobre el avance que, en su contraparte, ha tenido, el profundo y parcialmente explorado microcosmos.
El cuerpo humano, compuesto de millones de microscópicas partículas llamadas células, que se entretejen en finísimos tejidos formando con perfección incomparable masas uniformes, bien estructuradas: los organismos, que se unen, como la mejor de las filarmónicas, en una visión conjunta, con individuales y a la vez integrales acciones para sostener nuestro equilibrio, no sólo con el objetivo de dar vida, sino de darle calidad a la misma.
Es cuestión de reflexionar, por qué el corazón palpita, el cerebro piensa, el pulmón respira, el ojo ve, el oído oye, el riñón filtra, el hígado metaboliza, el sexo actúa, para reconocer que la ciencia no ha podido imitarlo y mucho menos reproducirlo, por lo menos en su natural perfección.
Pues bien, esta máquina prodigiosa tiene su principio y su fin, y en el intermedio, las más de las veces la maltratamos y descuidamos.
Es apasionante conocer su mecanismo -finalidad primordial del trabajo médico-. Sin embargo, esa responsabilidad debe ser compartida por el paciente, en lo que a él le corresponde. Es sencillamente la educación el medio que nos lleva a una comprensión mejor en este ejercicio, podríamos decir “bipolar”, único, íntimo y básico para alcanzar la salud, que es la relación médico-paciente. El analizarla “a profundidad” a pesar de su complejidad, es de gran interés comunitario.
Las acciones en la medicina son totalmente diferentes a las de las ciencias exactas. Si se realiza una ecuación en forma adecuada, nadie la puede discutir, en cambio una decisión médica, a pesar de haber utilizado bien el método, puede resultar equivocada, y a mayor abundamiento, las opiniones de los facultativos pueden diferir, inclusive en casos aparentemente claros y fáciles. Si a esto agregamos el hecho, que a veces se olvida, de la naturaleza humana del médico, concluimos que esta relación por principio es imperfecta y no precisa.
¡Es importante entenderlo! Esa relación, trascendente, depende de múltiples factores, que originan variaciones: la especialidad del médico, la edad del paciente, el ambiente en que viven ambos y por supuesto, el padecimiento y circunstancia que se trata.
El pediatra, ginecólogo, internista, cirujano, como representantes de las principales especialidades; el neonatólogo, gastroenterólogo, cardiólogo, cirujano plástico, etc., todos ellos se enfrentan a distintos retos en su contacto con el enfermo, de acuerdo a su subespecialidad. No es igual tratar a un bebé, recién nacido o en la primera edad, que a una mujer en gestación o pre o posmenopáusica; o a un hombre maduro con una úlcera gástrica, que a otro con diagnóstico de cáncer; o a una mujer sana que quiere arreglarse la nariz o sus senos; o a un joven de 30 años con un infarto; o a un ser humano en su periodo agónico.
Todo un reto, fascinante pero complicado y a veces agotante. No hay que olvidar, en esta síntesis, la gran influencia que ejercen en ambos lados, la familia, la economía, el país en que se vive, la casa que se habita, las amistades que se frecuentan, los hábitos que se acostumbran, las desviaciones que se observan y hasta los sentimientos que influyen en el comportamiento emocional de las personas y por ende en su salud integral.
Es pues, complejo el problema, no sólo entre médico y paciente, sino en la relación interhumana, y más ampliamente entre el mundo y los que procuran mejorarlo.
Para llegar a la armonía entre médico y paciente se requiere de varios elementos. La confianza, que en ocasiones se traiciona, es fundamental y a veces se adquiere en forma espontánea y súbita, el milagro del intercambio, ya sea visual o verbal; si no existe ésta, es mejor cambiar de médico; el nivel intelectual, que es difícil de conjeturar y que el licenciado en medicina debe adaptar en toda ocasión al nivel del paciente, aunque pueda presentarse el caso de que sea al revés. Es por esto que debe existir como en toda entrega, una inmensa humildad y jamás, por último, pero obvio requisito, que el médico anteponga los intereses económicos a los de la integridad del paciente. Es éste un tema prolongado e importante.
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Saludos, un abrazo virtual.
#YoMeQuedoEnCasa