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EN BÚSQUEDA DE LOS MAESTROS MARCO VITRUVIO POLIÓN parte 18

Los edificios privados estarán correctamente ubicados si se tiene en cuenta, en primer lugar, la latitud y la orientación donde van a levantarse.

 

Carlos Rosas C. / @CarlosRosas_C

carlos.rc@inperfecto.com.mx

Cruzamos ya la mitad de la obra escrita de Vitruvio Polión, el Libro Sexto del tratado de los Diez Libros de Arquitectura. Resulta de mucho interés la reflexión que Vitruvio plasma en la introducción de éste volumen en el que pone de manifiesto una magnífica postura filosófica y moral del oficio de la arquitectura que bien vale la pena conocer e incluso trasladarlo a otras disciplinas.

El conocimiento filosófico aplicado a los aspectos medibles de la arquitectura resulta fundamental en el ejercicio diario y perfectamente aplicable a la vida cotidiana. Vitruvio deja una enseñanza muy profunda en este inicio de su Libro Sexto. Sigan con nosotros.

LIBRO SEXTO

INTRODUCCIÓN.

El filósofo Aristipo, discípulo de Sócrates, víctima de un naufragio, fue arrojado a las costas de la isla de Rodas y al advertir unas figuras geométricas dibujadas en la arena, cuentan que gritó a sus compañeros «Tengamos confianza, pues observo huellas humanas.» En seguida se dirigió a la ciudad de Rodas y se encaminó directamente hacia el gimnasio. Allí empezó a discutir sobre tenias filosóficos y fue objeto de numerosos regalos que no solamente le sirvieron para equiparse él de manera distinguida, sino que también suministró a sus compañeros vestidos y todo lo necesario para vivir. Sus compañeros quisieron regresar a su país de origen y le preguntaron si quería darles algún mensaje para su casa. Les ordenó que dijeran:

«Es preciso equipar a los hijos con provisiones y recursos que permitan ponerse a salvo a nado, incluso en un naufragio.»

Efectivamente la auténtica protección de la vida es la que permanece intacta ante los golpes adversos de la fortuna, ante los cambios políticos y ante la devastación de una guerra. Teofrasto corrobora igualmente esta opinión y exhorta que es mejor ser sabios que poner toda nuestra confianza en el dinero; se expresa así:

«Solamente el hombre sabio no se siente extranjero en países lejanos, sólo él cuenta con numerosos amigos aunque haya perdido a sus familiares y parientes; en cualquier ciudad se comporta como un ciudadano más y sin ninguna clase de temor está capacitado para subestimar los infortunios; quien piense que la verdadera protección la dan únicamente las riquezas y no las ciencias, es como si marchara por caminos resbaladizos y, con toda seguridad, será víctima de una vida inestable e insegura.»

En parecidos términos se expresa Epicuro:

«La Fortuna regala a los sabios muy pocos dones; lo realmente importante y necesario es bien administrado por las reflexiones de su espíritu y de su entendimiento.»

Otros muchos filósofos han corroborado esta misma opinión; y también los antiguos poetas griegos que escribieron comedias y que en sus versos, cuando son declamados en el teatro, reflejan este mismo parecer; podemos citar a Eucrates, Quiónides, Aristófanes, y sobre todo a Alexis, quien afirmó que los atenienses eran merecedores de las más elogiosas alabanzas, pues así como las leyes de otras ciudades griegas obligan a que los hijos alimenten a sus padres, en Atenas solamente obligan a alimentar a aquellos padres que han instruido a sus propios hijos en las artes.

(CONSTRUCCIÓN DEL COLOSO DE RODAS, REPRESENTACIÓN DE MAARTEN VAN
HEEMSKERCK )

Todos los dones que concede la Fortuna, ella misma los quita con suma facilidad, pero la ciencia que se graba en el entendimiento no se desvanece con el paso del tiempo, sino que permanece estable hasta el fin de la vida. Por ello, me siento profundamente agradecido a mis padres ya que, obedeciendo las leyes de los atenienses, pusieron toda su preocupación y cuidado en que yo me instruyera en un arte que no puede cultivarse si no es gracias a una educación completa y a un total conocimiento de todo tipo de instrucciones.

(DERRUMBE DEL COLOSO DE RODAS, REPRESENTACIÓN DE ANTONIO TEMPESTA)

Paulatinamente se fueron acrecentando mis conocimientos de las artes prácticas, gracias al cuidado de mis padres y a las enseñanzas de mis maestros; me resultaban gratificantes los temas de erudición, de aplicación técnica y con la lectura de libros equipé y enriquecí mi espíritu; el mayor beneficio es no crearse necesidades y aceptar que la mayor riqueza consiste en no desear nada. Algunos quizás opinen que estas reflexiones son algo nimio y que realmente son sabios los que poseen mucho dinero. Así, la mayoría, esforzándose por lograr este objetivo, han alcanzado la fama sumando a sus riquezas una gran audacia.

Pero yo, ¡oh César!, nunca consideré mi dedicación al arte como un trampolín para conseguir dinero, sino que más bien he preferido la pobreza con una vida honrada a las riquezas que se consiguen con trampas y deshonras. Hasta el presente he logrado muy poco reconocimiento, pero con la publicación de estos volúmenes espero que mi nombre se perpetúe en los siglos venideros. No debe causar ningún asombro que yo sea un verdadero desconocido para muchos.

Los demás arquitectos andan suplicando y litigando con objeto de conseguir obras, pero a mí me han enseñado mis preceptores que es más conveniente emprender una obra cuando te vienen a buscar y no cuando tú vas suplicándola y mendigándola, pues el talento noble y sincero se altera por la vergüenza de solicitar una obra que puede ser objeto de sospecha, ya que siempre se busca a personas generosas y no a los que simplemente se limitan a recibir nuestra ayuda. Efectivamente, ¿no habrá motivo para pensar que un ciudadano sospeche que se le solicitan gastos de su propio patrimonio para el propio interés y provecho del demandante?, ¿no juzgará que se va a desviar en beneficio de la otra personal? Por ello, nuestros antepasados encargaban, en primer lugar, sus obras a arquitectos que gozaban de estima por pertenecer        a familias distinguidas        y, sólo posteriormente, averiguaban si habían recibido una buena educación, pues estaban convencidos que se debía confiar en la modestia de las personas honestas y no en la audacia de los arrogantes.

Los mismos arquitectos enseñaban exclusivamente a sus propios hijos o parientes y educaban como hombres de bien a quienes les eran confiadas, sin recelar, grandes cantidades de dinero de los edificios más complejos.

Cuando observo que el prestigio de esta ciencia tan noble está en manos de personas carentes de los mínimos conocimientos, de inexpertos, e incluso de individuos que no tienen la más mínima idea ni de arquitectura ni de construcción, no puedo menos que elogiar a aquellos padres de familia que, alentados por la seriedad de su erudición, deciden construir por sí mismos; antes que confiar en personas inexpertas prefieren valerse por sí mismos, para gastar su dinero siguiendo su propia voluntad y no confiar en el capricho de personas ajenas. Nadie se atreve a hacer en su propia casa un trabajo de artesanía, como pueda ser de zapatero, de batanero o cualquier otra actividad que sea fácil de practicar, pero sí se atreven a ejercer de arquitectos, porque las personas que profesan la arquitectura se autodefinen con toda facilidad como arquitectos, cuando en realidad ignoran este arte auténtico. Por todo ello, me he decidido a escribir, con todo el cuidado posible, un estudio completo de Arquitectura, con todas sus normas, en la convicción de que mi trabajo será positivamente reconocido por todos. Y ya que en el libro quinto he tratado sobre la situación más ventajosa de los edificios públicos, en éste iré explicando la teoría de los edificios privados. Y la simetría de sus proporciones.

CAPÍTULO PRIMERO.

LAS CONDICIONES CLIMÁTICAS Y LA DISPOSICIÓN DE LOS EDIFICIOS.

Los edificios privados estarán correctamente ubicados si se tiene en cuenta, en primer lugar, la latitud y la orientación donde van a levantarse. Muy distinta es la forma de construir en Egipto, en España, en el Ponto, en Roma e igualmente en regiones o tierras que ofrecen características diferentes, ya que hay zonas donde la tierra se ve muy afectada por el curso del sol; otras están muy alejadas y otras, en fin, guardan una posición intermedia y moderada.

(ATLAS SOSTENIENDO ESFERA ARMILAR)

Como la disposición de la bóveda celeste respecto a la tierra se posiciona según la inclinación del zodíaco y el curso del sol, adquiriendo características muy distintas, exactamente de la misma manera se debe orientar la disposición de los edificios, atendiendo a las peculiaridades de cada región y a las diferencias del clima. Parece conveniente que los edificios sean abovedados en los países del norte, cerrados mejor que descubiertos y siempre orientados hacia las partes más cálidas. Por el contrario, en países meridionales, castigados por un sol abrasador, los edificios deben ser abiertos y orientados hacía el cierzo. Así, por medio del arte se deben paliar las incomodidades que provoca la misma naturaleza. De igual modo se irán adaptando las construcciones en otras regiones, siempre en relación con sus climas diversos y con su latitud.

(GLOBO CELESTE)

Todo ello lo debemos observar y considerar a partir de la misma naturaleza, e incluso nos sirven de testimonio los miembros y cuerpos de las personas. En los lugares donde el sol calienta moderadamente, los cuerpos poseen una temperatura templada; en los lugares que son muy cálidos por su proximidad al curso del sol, éste con sus rayos abrasadores absorbe su humedad; por el contrario, en las regiones frías, muy distantes del mediodía, la humedad no queda absorbida por completo, debido al escaso calor de los rayos solares y, además, el aire fresco, procedente del cielo, hace penetrar en los cuerpos una humedad que los hace más corpulentos e incluso el tono de su voz es más grave. De aquí que los pueblos que habitan en las regiones del norte ofrecen en su aspecto exterior una complexión corpulenta, un tono de piel claro, cabellos rubios y alisados, ojos azules y gran abundancia de sangre, debido a la profusión de humedad y a su frío clima; los pueblos que habitan en las proximidades de la parte meridional y bajo la órbita del sol, debido a la fuerza de los rayos solares, son de pequeña estatura, morenos, de cabellos rizados y ojos negros, piernas vigorosas y escasez de sangre.

Precisamente, por la pobreza de su sangre son hombres cobardes para la guerra, pero soportan sin ningún problema los calores y la fiebre, ya que sus miembros están nutridos por el calor. Por tanto, las personas que han nacido en países del norte son cobardes y débiles para soportar la fiebre pero, por su abundante sangre, soportan valientemente las guerras.

(MAPAMUNDI DE 1898)

El sonido de sus voces posee igualmente propiedades dispares Y variadas en los distintos pueblos, y es debido a que el límite de separación del oriente y del occidente en torno al nivel de la tierra -donde se dividen el hemisferio norte y el hemisferio sur parece formar como un círculo nivelado de manera natural, que los matemáticos llaman orizonta. Esto es ciertamente así y así lo tenemos fijado en nuestra mente: trazando una línea imaginaria desde el borde de la región septentrional hasta el borde situado sobre el eje meridional y desde este eje trazando otra línea oblicua que al elevarse llegue hasta el polo superior, que está situado detrás de la Osa Mayor, observaremos sin duda alguna que estas líneas forman en el mundo la figura de un triángulo, como ese instrumento musical que los griegos llaman el sambucen.

(CONSTELACIÓN DE OSA MAYOR, GRABADO)

Los habitantes de las naciones situadas en el espacio contiguo al polo inferior, en las regiones meridionales que se extienden desde la línea del eje en las regiones meridionales, poseen un tono de voz suave y muy agudo, debido a la escasa altura del límite del mundo, similar al sonido que emite la cuerda más próxima al ángulo en el «sambucen.» Las restantes naciones, hasta la parte intermedia que ocupa Grecia, poseen un tono de voz más bajo y producen un todo armónico, según el tono propio de cada nación. De igual modo, desde la parte intermedia hasta la parte extrema del septentrión van creciendo ordenadamente los tonos de los habitantes de las distintas naciones, que se articulan de modo natural, mediante sonidos bastante más graves. Da la impresión que todo este sistema del inundo se ha estructurado armónicamente, gracias a su propia inclinación que se debe a la temperatura del sol.

Las naciones situadas en la zona intermedia, entre el Ecuador y el Polo Norte, al hablar tienen un tono de voz intermedio como los tonos medios del diagrama musical; las naciones situadas progresivamente en dirección al septentrión, debido a que guardan una mayor distancia respecto al eje del mundo, poseen un tono de voz muy afectado por la humedad, como el «hypaton» y el «proslambanomenom», y se ven obligados por la naturaleza a hacer uso de un tono más profundo; si vamos progresando desde las regiones intermedias hacia el sur, los pueblos poseen un tono muy agudo, similar a los «paranetes» y a los «netes». Mediante un sencillo experimento se puede comprobar que todo lo que digo es verdad: en los lugares húmedos el tono de la voz es más grave que en los lugares cálidos, cuyo tono es mucho más agudo; tómense dos copas de un mismo peso cocidas por igual en un mismo horno y que emitan idéntico sonido al golpearlas. Sumérjase en agua una de las copas y nada más sacarla golpéense ambas.

Si se procede de esta manera, el sonido que emiten es sensiblemente diferente y su peso también es muy distinto. Lo mismo sucede respecto a los cuerpos de los hombres, pues, aunque su configuración sea la misma y estén bajo una misma conjunción del cielo, como consecuencia del calor que afecta a su país, poseen un tono de voz más agudo y otros pueblos, por la influencia de una excesiva humedad, emiten sus palabras con tonos muy graves.

Los pueblos meridionales, por causa de la rarefacción del aire, poseen una mayor agudeza mental en sus reflexiones y deliberaciones, actúan con gran intuición y facilidad; los pueblos del norte, sin embargo, afectados por la densidad del aire tienen menos reflejos, pues padecen un clima más frío y húmedo. Lo podemos observar también en las serpientes, ya que, cuando por el calor carecen de humedad fría, se agitan con suma rapidez; mas durante la estación húmeda y durante el invierno quedan ateridas por el cambio del clima y permanecen en letargo, entumecidas No nos causa ninguna admiración que el clima cálido agudice la mente de los hombres y que, en cambio, el frío embote su inteligencia.

Ciertamente los pueblos del mediodía están dotados de una inteligencia muy aguda, de una extraordinaria habilidad para tomar decisiones, pero cuando se trata de emprender acciones que requieren fortaleza, acaban rindiéndose, ya que su fuerza de ánimo está muy mermada por el sol; los pueblos que habitan las regiones frías están mucho mejor dotados para el empleo de las armas carecen de temor, son muy valerosos pero, por su torpeza intelectual, atacan imprudentemente y sus proyectos son fácilmente rechazados, ya que no son nada resolutivos. En efecto, la distribución natural del mundo ha objetivado que todas las naciones se diferencian por su propio carácter particular y personal; el pueblo romano ocupa el espacio intermedio de todo el orbe y de las regiones situadas en el centro del mundo. En Italia, sus pueblos están perfectamente proporcionados bajo este doble punto de vista, es decir, son fuertes física y mentalmente.

Como es el planeta Júpiter que recorre su periplo muy mesuradamente, guardando una equidistancia entre el calidísimo Marte y el gélido Saturno; de igual manera, Italia ofrece unas magníficas cualidades y un temperamento mesurado, pues al estar situada entre el norte y el sur, goza de una equilibrada mezcla de ambos temperamentos. Con sus prudentes proyectos supera la fuerza de los pueblos bárbaros y con sus armas vigorosas reprime las hábiles astucias de los pueblos del sur. La mente divina ubicó la capital del pueblo romano en una región excelente y templada para que se adueñara de todo el mundo.

(GRABADO DE LA ANTIGUA IDEA DE LOS PLANETAS)

Mas si las regiones son diferentes debido a las diversas clases de climas, y también difiere el carácter de los pueblos por sus cualidades anímicas y por su estructura corpórea, no podemos poner en duda que la situación de los edificios debe adaptarse a las peculiaridades de cada nación y de cada pueblo, pues la misma naturaleza nos brinda una demostración palpable y evidente.

Con la mayor claridad que he podido, he ido explicando las propiedades de los distintos lugares que observarnos adaptados por la misma naturaleza; me he referido también a la conveniencia de establecer las peculiaridades de los edificios en una justa adecuación al curso del sol, a las diferencias de sus climas y a la estructura física de sus pueblos; pasaré a explicar ahora brevemente la proporción y la simetría, tanto en su conjunto como particularmente, de los diversos edificios.

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