#InPerfecciones
Aunque lo vistan como un piadoso y campeón de la libertad de expresión solo es un político más al servicio de los grandes capitales neoliberales.
Carlos Rosas Cancino / @CarlosRosas_C
carlos.rc@inperfecto.com.mx
En México presumimos de tener libertad de expresión, ciertamente la Constitución respalda este derecho que se ejerce todos los días –en teoría-, sin embargo, parece que la ficción ha superado a la realidad porque cuenta la leyenda que la libertad de expresión se inventó el 1º de diciembre de 2018, lo mismo que la crítica desmedida hacia el Gobierno, pero eso cuenta la leyenda que la 4T incorporó a su narrativa, una narrativa que desconoce la crítica que se ejercía hacia el Gobierno décadas atrás para decir que “antes callaban como momias”.
Para la 4T, acotar el alcance de su trabajo a resarcir los daños de 36 años de política neoliberal en México, lo sitúa en una línea de tiempo en la que sus actores políticos nacieron, se multiplicaron y se repartieron el botín político y económico durante esos años de bonanza que si, efectivamente, resultaron en precariedad en todos los niveles. La descomposición social de la que habla el Presidente no solo la conocía él sino todos los que ahora se sumaron a su Movimiento de Regeneración Nacional en algo así como una especie de conversión reflexiva en la que los mismos que participaron en la destrucción del país se asumen como los reconstructores nacionales.
El ingrediente que se suma a toda esta narrativa transformadora es la división social que se alimentó desde los mítines en campaña hasta llegar a la misa mañanera pero que ha pasado de tener un discurso encendido y contestatario a convertirse en un doble discurso oficialista que se muestra por un lado intolerante a la crítica de los llamados opositores y por otro suave con los aliados que por lo regular forman parte de ese poder económico que tanto ofreció López Obrador separar del poder político.
La nota que causó tanto escándalo el pasado viernes 17 de abril en la que Javier Alatorre llamó a dejar de prestar atención a los reportes de Hugo López Gatell, debido a que han dejado de estar apegados a la verdad y que direccionó los reflectores hacia Ricardo Salinas Pliego y su televisora TV Azteca, para ganarse el desprecio nacional por semejante mensaje lleno de irresponsabilidad en un franco abuso de esa libertad de expresión de la que gozamos los mexicanos, se convirtió durante la madrugada del sábado 18 de abril en una exigencia casi de sangre para el periodista que aparentemente llamó a la desobediencia civil ante la pandemia de COVID-19.
Sin embargo, la presencia del doble discurso presidencial dejó con el ojo cuadrado a propios y extraños, que al menos esperaban un mensaje del Presidente lleno de autoridad para salir en defensa de esos datos con los que se apoya para repetir constantemente que “vamos bien”. Mi amigo Javier Alatorre se equivocó, señaló el presidente, para después ante el apercibimiento de Secretaría de Gobernación decir que no habrá sanción para la televisora de su amigo Salinas Pliego, dejando en claro que la amalgama del poder económico con el poder político es tan duradera como antes, tan sólida como la cercanía “amistosa” con el crimen organizado que quedó de manifiesto cuando el Presidente se acercó a saludar de mano a la madre del Chapo Guzmán.
Las justificaciones ante la postura del Presidente quedan ahogadas no solo por la demostración de poder que Salinas Pliego ejerce sobre el Gobierno, sino tambien por la laxitud con la que el Presidente lleva la envestidura que representa al país, orillando a toda la fanaticada a emular a López Obrador con un discurso que tiene que cambiar constantemente con el oleaje provocado por el Jefe del Ejecutivo defendiendo lo indefendible, pero, aunque lo vistan como un piadoso y campeón de la libertad de expresión solo es un político más al servicio de los grandes capitales neoliberales.
Lo importante es que “vamos bien”, pero seguimos esperando que el Presidente remate sus frases como la de “primero los pobres”, ¿vamos bien a donde? ¿primero los pobres que?, demagogia transformadora, solo eso tenemos y no certeza, ni de datos de la pandemia, ni económicos, ni sociales.
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