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La libertad: ¿Qué es? Diálogo entre la visión moderna y la filosofía perenne

#InPerfecciones
Como sociedad occidental moderna, la libertad es uno de los valores más esenciales, más buscados y nos sentimos orgullosos de vivir “más libres que nunca”.

 

 

Theo Laurendon Profesor del Centro Sophia
theo.laurendon@inperfecto.com.mx

 

 

Como sociedad occidental moderna, la libertad es uno de los valores más esenciales, más buscados y nos sentimos orgullosos de vivir “más libres que nunca”. Nuestro sistema político, la democracia, esta percibido por la mayoría como el sistema que más libertad permite (al menos al nivel, teórico pues la tendencia está más al rechazo de la forma que esta practicada dicha democracia en la vida real). Nuestro sistema económico, neo-liberal, busca dar la libertad de hacer negocios con un papel relativamente ajeno del estado en los asuntos económicos de los ciudadanos. ¿Pero de verdad somos tan libres como nos creemos?

¿Cuál es la definición de la libertad para las sociedades modernas occidentales?

Es una libertad ante todo exterior, que se relaciona con lo que está fuera de nosotros, no lo que hay dentro de nosotros. Libertad sería el poder de elegir entre muchas opciones. Sería más libre, acorde a esta definición, aquel hombre o mujer que tiene la posibilidad de elegir entre veintisiete tipos de pan o pasta cuando va a comprar. O que tiene el poder de elegir entre irse de viaje a Japón o a Tailandia. O que puede elegir el trabajo que quiere, la casa que quiere, la ciudad o país donde quiere vivir, la pareja que quiere etc.
Sería menos libres, según esta definición post-moderna del concepto de libertad, aquella persona que no tiene tanto poder de elegir.
La consecuencia natural de esta definición es que el dinero te hace libre. Que la libertad esta fuera, no dentro. Que está en relación con la cantidad de cosas que puedes elegir, no la calidad de tu elección. Que la libertad está por conquistar, que no la tienes aquí y ahora puesto que depende de tu poder en el mundo exterior el cual es incierto, cambiante, y requiere tiempo y esfuerzo para poder ser dominado, si es que lo dominas pues la vida te puede quitarte a voluntad todo o impedirte por las razones que sea que no triunfes. Tu libertad está en tu futuro, no aquí y ahora.
También relacionamos la libertad con la posibilidad de movernos físicamente, la libertad de movimiento. Aquel que está en una cárcel o vive un periodo de cuarentena, no es tal libre como aquel que puede mover su cuerpo donde quiera.
Además lo relacionamos con el poder opinar lo que queremos: soy libre de comentar lo que quiero en redes sociales, de opinar de todo cuando quiero. De “pensar” lo que se me antoja. Esclavizados a medios de comunicación masivos, creemos ejercer nuestra libertad en mundos digitales que no existen, compartiendo ideas que a menudo no son ni siquiera nuestras sino que vienen de corrientes mentales colectivas.
¿Y que es la libertad, dice nuestra época, sino el poder realizar tus sueños? Hacer lo que quieras, cuando quieras y de la forma que quieras. Trabajar de lo que te gusta…con el horario que más te convenga…elegir todo. Cumplir todos tus deseos.

          Ahora viajemos juntos a través del espacio y del tiempo y veamos ahora algunos aspectos de la libertad desde la sabiduría atemporal. ¿Qué opinaba un Buda, un platón o un séneca de la libertad?

1) la libertad como habilidad de hacer florecer el tipo de ser que uno es

Es libre aquel individuo que no se queda en su forma de ser de siempre, sino que libera todo su potencial y florece como la flor de loto. Desde esta perspectiva, la libertad es el anhelo de crecimiento interno inherente a todo ser humano puesto en marcha, actualizado, lo que Spinoza llamó el cognatus. Hay un impulso de auto-superación que nos buscar formas de volar y elevarnos hacia lo trascendente, y este impulso no es, nunca fue ni nunca será el producto de un deseo personal, de una forma de ser particular de un individuo u otro y menos la expresión de un condicionamiento cultural relativo a una época determinada. Es algo profundamente y esencialmente humano, es nuestro adn espiritual, nuestro dharma como “especie”. Como decía al filósofo Pascal, el ser humano es un puente tendido entre la bestia y los dioses, siendo la condición de dios nuestra origen esencial hacia la cual debemos con paciencia y esfuerzo regresar de nuevo. O como decía Platón, todos somos dioses pero…lo hemos olvidado. Dicho en terminología budista: todos somos budas, pero lo hemos olvidado, y la libertad consiste en esforzarse en recordar esta verdad esencial.

2) La libertad como capacidad de elegir bien

Diametralmente opuesta a la concepción moderna de libertad que identifica esta como el poder elegir entre muchas opciones, encontramos una visión que busca la calidad de nuestra elección ante todo. Elegir es fácil diría el Buda, lo que es difícil es elegir bien. ¿Cuáles de todos los caminos que me presenta la vida debo tomar para no alejarme del dharma? Esto es una pregunta que nos libera. ¿Qué consecuencias van a tener mis decisiones, que karma voy a cosechar? ¿Voy a cosechar más apego, rechazo, ilusión y sufrimiento? Entonces no es una buena elección, porque estoy forjando mis propias cadenas que, el día de mañana, me van a esclavizar. Pero si estoy sembrando semillas de luz, que van a ir floreciendo y crear un camino hermoso que me conducirá hacia más sabiduría, compasión, desapego etc. entonces mi decisión me libera. Me libera en el mismo momento que la tomo, pues elevo mi conciencia y suelto lo que me encadena (apegos etc.) pero también me libera por antelación: cuando llegue las consecuencias de mi acción estas no me esclavizarán. 

 

3) La libertad como renuncia y desapego

Liberarse es soltar, es que nada nos ate, que ninguna cadena nos impida movernos espiritualmente. Imagina que el buda de oro que somos está en una cárcel oscura, con barrote que hemos construido nosotros mismos. Estos barrotes están hechos de apegos, deseos, miedos etc. Estos son los que nos mantienen oprimidos, forzando nuestra luz a vivir en la oscuridad, y nuestra oscuridad interior a vivir a la luz el día. Usurpación suprema de identidad, tragedia griega del día día donde el héroe, representante de la luz, es víctima de un destino que no se merece. Así yace esclavizado nuestro buda de oro, dentro de nosotros mismos.
El desapego, la renuncia, nos libera de preocupaciones, de miedos a perder o no conseguir y nos liberar también de conseguir lo que deseamos, pues muchas veces deseamos lo que no es bueno para nosotros en realidad. También, de la misma forma, libera a los demás pues nos volvemos más bondadosos, generosos y dejamos de competir contra el mundo por el amor, el estatus, la atención etc.
También aquí encontraríamos el poder del perdón: perdonarnos o perdonar a los demás nos hace libre, soltamos, nos desapegamos de ideas y emociones pasadas y tóxicas.

Piensa en algo o alguien que al cual tuviste que renunciar y que te gustaba mucho.
Recuerda brevemente (sin lastimarte) el sufrimiento que te genero este apego.
Ahora recuerda los momentos donde aun no te habías apegado a este objeto o persona, y podrás ver que no había sufrimiento.
Estabas libre…

4) La libertad como paz interior

Tranquilizarse y estar en satva, en equilibrio, en paz y serena alegría interior es no solamente un estado de conciencia accesible para cualquier ser humano, sino ante todo el estado natural de la conciencia y de la mente. Lo natural para el ser humano es encontrarse en paz interior, lo anormal es perder esta quietud. Aunque esta afirmación puede sorprender, pues basta con observar con qué facilidad perdemos la calma todos y cada uno desde la temprana edad, no deja de ser otra forma de hablar del buda de oro que todos somos en esencia. Aquí es importante entender la diferencia entre natural y habitual. Es decir, si bien la paz interior es el estado natural de nuestra conciencia y mente, lo habitual es que estemos preocupados, dolidos, agitados etc.
La verdadera paz nos libera, pues nos hace volver a la naturaleza esencial de nuestra mente, desde donde somos libres de ser de nuevo quienes somos realmente y donde somos libres de tomar decisiones más sabias, más ecuánimes. En el día día nos solemos discernir con facilidad, pues la mente nuestra parecida a un mar en tormenta no se queda lo suficientemente tranquila y serena como para poder reflejar en sus aguas con objetividad la realidad que nos rodea. La paz interior si nos lo permite, nos permite acceder a más objetividad respeto a la realidad que nos rodea y por lo tanto ser más ecuánime y más libres a la hora de elegir.
También se relaciona la paz con la libertad puesto que nos sentimos profundamente aliviados cada vez que nos liberamos de una idea obsesiva, un acto adictivo, una emoción tóxica etc. Por fin lo hemos logrado, por fin nos hemos liberado de nuestras sombras interiores, aunque sea solamente durante un momento. 

                                                5) La libertad como autodominio

La herramienta imprescindible para conquistar dicha paz interior y por lo tanto dicha libertad también, es el autodominio. Solo es libre aquel hombre o mujer que tiene suficientemente poder y autoridad interior para que su cuerpo físico, su energía, su mundo emocional y su mente le obedezca. Sin embargo lo habitual es que esto no ocurra: cuantas veces hemos experimentado que queremos dejar de pensar en algo…y no hay manera de lograrlo. O que queremos dejar de sentir algo, quisiéramos sentirnos alegres y positivos pero nos invade la tristeza y el pesimismo. O que hemos vuelto una vez más a caer en un habito de conducta que nos habíamos prometido jamás volver a repetir…¿Te suena? Esto se llama la humanidad , nos pasa a todos y nos va a seguir pasando, aunque cada vez menos en la medida que vayamos cultivando el arte de vivir.
Por lo tanto, la autodisciplina, o arte de hacernos obedecer a nosotros mismos, de pensar lo que queremos, sentir lo que queremos y hacer lo que queremos desde la conciencia superior, es un cultivo. Es un camino, pero el simple hecho de dar un paso para cultivar esta virtud nos hace más libre pues no estamos aliando, desde el aquí y el ahora, con las fuerzas del Ser que nos habita. Y esto también, nos hace libre. 

                           6) La libertad como camino y arte de fluir con la vida

Grandísima cantidad de nuestro sufrimiento tiene como raíz nuestra incapacidad a aceptar la realidad que nos rodea. Por querer reaccionar a los acontecimientos de la vida desde el rechazo, el apego, el enojo etc., por querer doblar la voluntad del cosmos a nuestra pequeñita voluntad y sus pequeñitos deseos, vamos contaminando nuestra mente y nuestro corazón de toxicidad, de sufrimiento, de ignorancia.
Cuando vamos abriendo nuestra conciencia y poco a poco vamos abrazando la existencia en todas sus manifestaciones, incluyendo sufrimiento, viejez, muerte, dolor etc. vamos ganando más y más en libertad interior, puesto que en vez de ir a contra corriente de las leyes de la vida fluimos con ellas. La aceptación siempre conlleva con ella el poder mágico de la transformación, aunque tengamos que ser paciente para ver florecer esta hermosa flor.
Por supuesto cuando hablamos aquí de aceptación no estamos hablando de resignación, sino de vivir la realidad desde el reconocimiento objetivo de que es lo que hay, unido a un fe en que la luz siempre prevalece más allá del caos momentáneo. Es una sana y profunda confianza en la vida, en la necesidad imperiosa del cambio, en la fe en la existencia de un mañana mejor y viviendo desde el valor y la ecuanimidad el sufrimiento que estamos experimentando aquí y ahora. No miramos por otro lado por miedo a sufrir: esto duele, y es la realidad. Es lo que hay. Y tampoco nos enojamos tanto que queremos cambiar lo que no se puede porque no depende de nosotros. 


Es esencial poder dialogar con otras ideas, por muy “antigua” que estas parezcan para poder ser más conscientes de las ideas filosóficas limitantes que pueblan nuestra mente. Espero que este breve viaje a través del mundo de las ideas te sea de utilidad.

 

 

 

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