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La alegoría de la Caverna – 2ª Parte

#InPerfecciones
Recordemos que la Alegoría de la Caverna es una especie de fábula que aparece  al principio del libro VII de la  República, uno de los diálogos más importantes de Platón.

 

 

Elena Machado, profesora del Centro Sophia
editorial@inperfecto.com.mx

 

 

Recordemos que la Alegoría de la Caverna es una especie de fábula que aparece  al principio del libro VII de la  República, uno de los diálogos más importantes de Platón, en la que el filósofo griego escenifica la situación en que se encuentra el ser humano respecto del conocimiento. Platón nos habla en este mito de dos realidades: un mundo sensible (la caverna) y un mundo inteligible (el mundo de la luz), y de cómo en el ámbito de la luz se halla la plena libertad humana.

Terminaba la primera parte de este artículo hablando de la verdadera libertad, esa que nace de una mirada profunda capaz de ver el corazón íntimo de todo cuanto existe. Esta mirada profunda es algo que parece estar de forma natural en la primera infancia, y que luego se puede ir desvirtuando, opacando. ¿Cómo podemos no perder esa mirada, o cómo podemos recuperarla? Y es aquí donde Platón nos habla de la importancia extraordinaria que tiene la educación.

Nos dice «La educación no es lo que proclaman algunos. Afirman que, cuando la ciencia no está en el alma, ellos la ponen [es decir los maestros o instructores], como si se pusiera la vista en ojos ciegos. No, en el alma de cada uno hay el poder de aprender y el órgano para ello, sencillamente hay que volver el alma hacia la luz, poco a poco, hasta que sea capaz de soportar la contemplación de lo que Es. La educación sería el arte de volver este órgano del alma del modo más fácil y eficaz en que puede ser vuelto, más no como si le infundiera la vista, puesto que ya la posee sino, en caso de que se lo haya girado incorrectamente y no mire adonde debe, posibilitando la corrección.

Las otras denominadas “excelencias” del alma pueden ser implantadas por el hábito y el ejercicio; pero la excelencia del comprender es algo más divino, que nunca pierde su poder.

Es el método dialéctico el que marcha hasta el principio mismo, a fin de consolidarse allí. Y dicho método empuja, poco a poco al ojo del alma, y lo eleva a las alturas.»

La verdad para los griegos es aletheia (desvelamiento), es decir, quitar el velo a las apariencias para descubrir la realidad auténtica de las cosas. La educación de la que nos habla Platón, la dialéctica, no trata de adoctrinar a nadie sobre nada. No, se trata de darle las herramientas para que, por sí mismo, vea y comprenda. Esa es la educación de la que habla Platón, esa es la mayéutica de la que hablaba su maestro, Sócrates.

¿A  qué se refiere Platón con método dialéctico? ¿Qué es eso? ¿Cuál es esa herramienta que nos permitirá salir de la caverna y mirar la luz del sol sin quedarnos ciegos? La dialéctica parte de la mayéutica socrática que significa «dar a luz», y surge de la creencia de que el conocimiento se encuentra latente de forma natural en el alma y que es necesario descubrirlo, sacarlo a la luz. El proceso, y el método, de descubrimiento del propio conocimiento es lo que se conoce como dialéctica.

 

Como nos dice Pierre Hadot en ¿Qué es la filosofía antigua?, «En la Atenas platónica la formación dialéctica era absolutamente necesaria, en la medida en que los discípulos de Platón estaban destinados a desempeñar un papel en la ciudad. Pero la dialéctica platónica no es un ejercicio puramente lógico. Es más bien un ejercicio espiritual que exige de los interlocutores una ascesis1, una transformación de ellos mismos. No se trata de una lucha entre dos individuos en la que el más hábil impondrá su punto de vista, sino de un esfuerzo hecho en común por dos interlocutores. El diálogo les enseña a ponerse en el lugar del otro, luego a sobrepasar su propio punto de vista. Gracias a su sincero esfuerzo, los interlocutores descubren por sí mismos, y en sí mismos, una verdad independiente de ellos.»

En el libro IX de la República, Platón habla de despertar la parte razonable del alma y, dado que el órgano que el hombre naturalmente posee para indagar en su propia sabiduría es la razón, lo hará mediante discursos interiores e indagaciones referentes a temas elevados, dedicándose a la meditación, y calmando así el deseo y la cólera. Para Platón, al igual que para muchos filósofos y sabios, el no dejarse llevar por el deseo ni por la cólera, es libertad. Es decir, el método dialéctico también se aplica con uno mismo; yo diría, incluso, que sobre todo se aplica con uno mismo: atención, reflexión, meditación, observación, contemplación… Son todo habilidades mentales, no de la mente práctica y concreta sino de una mente superior.

Uno está atrapado, encadenado en una oscura caverna, cuando su mirada está empequeñecida. Salir fuera es ampliar la visión, contemplar la realidad. Platón nos está hablando aquí de cambiar radicalmente de punto de vista, de abrazar la totalidad de la realidad en una visión universal que permite vencer el temor a la misma muerte. Porque desde el momento en que ponemos la luz de la Verdad sobre las sombras de la caverna, éstas se desvanecen. En el momento en que superamos nuestros miedos y ponemos luz en nuestras sombras, éstas se desvanecen y sólo queda luz. En el Teeteto Platón describe al filósofo como aquel que después de haber mirado al Sol, dirige la misma mirada hacia las cosas de aquí abajo. Ignora las luchas por las magistraturas, los debates políticos y los festines; ignora todas aquellas sombras que obnubilan y encadenan al resto de los hombres, «habituado como está a abarcar con la mirada toda la tierra».

 

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