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Un camino entre el dolor y la unidad.

#Sexualidad
Histórica segunda parte, sigue el recorrido de Cristina, artista visual, mujer que en su marcha #8m nos cuenta su vivencia en una marcha histórica.

 

 

Cristina Béjar.
sexualidad@inperfecto.com.mx

Pensé, que aburrido es esto, creía que todo iba a ser como muy eufórico, no había tanta gente, o al menos no la que yo creía que iba a haber, quizá ya habían caminado demasiado, quizá otras se habían asustado y se fueron, aun así, estábamos varias en la plancha. Muchas de ellas estaban sentadas en el suelo formando un círculo y compartían lo que traían de comer, otras hacían su performance, literal sobre una mujer muerta, otras rayaban el piso, muchas se reencontraban ahí con alguien más.

Llegué al templete o escenario que estaba enfrente del Palacio de nuestro querido Señor Presidente, había varias mujeres hablando, una de ellas le exigía al presidente que no desestimara la lucha legítima que se estaba haciendo este día, que no era una cuestión de partidos políticos. Otras exigían seguridad, justicia, igualdad, legalización del aborto… Se comenzaron a escuchar golpes de mi lado izquierdo. Había una cerca de madera alrededor de algo. Las mujeres comenzaron a golpearla y a tratar de tirarla; derribaron una, dos, tres… En esta ocasión no pude evitar el dejarme llevar por esa sensación de triunfo, al escuchar el sonido de cada lámina de madera azotar contra el piso y de fondo oír que varias voces coreaban ¡Va a caer, va a caer, el sistema patriarca, se va a caer! ¡…toda América latina será feminista! La tiraron toda. Comenzaron a tirar la cerca que estaba de frente a la Catedral y terminaron dándole la espalda a esta.
Rompieron todo. Focos, transformadores, una carpa que estaba ahí que contenía sillas, mesas, manteles, platos; tomaron los garrafones y comenzaron a repartir agua, abrieron las hieleras y sacaron la comida, se llevaron una olla grande de esas como para hacer pozole, la cual comenzaron a golpear, a manera de un tambor, al igual que las tapas de las vaporeras. Vi que una chica se guardaba en la mochila un plato blanco de vidrio, quizá a manera de trofeo, quise hacerle segunda, pero lo pensé mejor. Era sumamente hermoso escuchar el sonido de toda aquella destrucción al mismo tiempo que se escuchaban las voces de fondo de las activistas hablando por el micrófono.

Al caer la cerca se descubrió un tipo de escenario y muchas comenzaron a subir en el. Debajo de este había unos como costales cuadrados, bueno, no precisamente costales, pero así los llamaré, que eran como de lona, muy grandes, que contenían agua. Agujeraron los costales y comenzó a salir toda el agua, frente a la catedral. Muchas se lavaron las manos y se mojaban la cara. Se escuchó el sonido de una explosión del otro extremo del escenario (por la plancha del Zócalo), de pronto otra por donde normalmente están los danzantes, cerca del Templo Mayor. Llegó corriendo una chica, yo me le quedé mirando impávida desde que venía corriendo, vi cómo llegó, se paró a unos pasos de mi y agarró con su mano a una chica del brazo, le gritó viéndola a los ojos: – ¡se escapó el gas! ¡se escapó el gas! ¡se está escapando el gas!, vio a las que estaban a su alrededor con cara de urgencia y salió corriendo de nuevo. Unas chicas que estaban lejos de mí salieron corriendo y gritando entre ellas ¡vámonos! ¡vámonos! Yo comencé a gritar: – ¡No es cierto, no es cierto! Cosa que yo no sabía si era cierta. Pero las chicas que estaban cerca de mí se pararon en seco y le comenzaron a gritar a las que iban corriendo lo mismo. En efecto, no era cierto. Ahora pienso que quizá por eso cuando fui de nuevo a la plancha ya no había tanta gente.

Me di una vuelta por la entrada principal de la catedral, las policías la custodiaban. Enfrente de ellas estaba una señora gritando a pulmón abierto, al mismo tiempo que sostenía por un extremo una lona que llevaba escrita su lucha. Una reportera la grababa y alguien lloraba. Me acerqué y tras la lona y a un lado de la mujer, estaba una niñita como de unos 9 años, visiblemente asustada, llorando y temblando descontroladamente. ¿Y cómo no? Si su madre gritaba algo como: ¡… La iglesia también debe pagar… el patriarcado… violan y matan a nuestros hijos… los usan y los matan…! Bajé la lona y le dije a la niña que ella estaba bien, le acaricié sus cabellos y su carita, le dije que no se preocupara que todo iba a estar bien (sé que no se puede prometer algo que no sabes si se va a cumplir, pero de verdad, no supe que más decirle o de qué otra forma), que por eso su mamá estaba en esa lucha, para que nada de eso le pasara a ella, le pedí que me mirara y me escuchara, me quité los lentes y me destape la cara, le dije: me llamo Cristina, yo también tengo dos niños en casa, también estoy luchando como tu mamá, para que tú puedas estar segura, para que estés bien ¿Está bien? Afirmó con la cabeza y aún temblaba. Le sequé sus lagrimas con la parte posterior de mi mano y le dije de nuevo que ella estaba bien. Otra mujer se acercó a darle de beber agua a la niña, la vi un poco más tranquila, al menos ya no lloraba tanto ni temblaba. Mientras me iba volteé a ver a su madre, ella me vio con una sonrisa, asintió con la cabeza y como a manera de telón subió la lona que traía y cubrió la cara de su hija.

Seguí deambulando por todos lados, encontré a una chica que se hacía la muerta, literal. ¿Será que existan más posibilidades de representar esto sin que sea tan directo? ¿Existirá alguna forma más creativa y transformadora de llegar a las personas sin que tengamos que ver la representación de una mujer muerta en una marcha en la cual estamos en contra de eso?.

Encontré a un señor sentado en cuclillas, mirando para todos lados, pero al mismo tiempo para ninguno, no sé, me pareció bastante raro, estaba como ido, como en un trance, como enloquecido, pero no drogado, actuaba muy extraño, no se comportaba como los demás hombres presentes, abría y cerraba las piernas y volteaba la cabeza de un lado para otro. Pensé quizá en un abusador, ¿dónde más podría estar si no ahí con tanta mujer alrededor?.

Mujeres policías resguardaban las puertas del Palacio de nuestro querido Señor Presidente, se veía algo parecido a humo o vapor blanco. Un enfrentamiento encarnizado y sin cuartel, se llevaba a cabo, mujer a mujer, policías contra manifestantes. Las manifestantes les gritan y les aventaban de todo, botellas vacías de agua, palos, bolsas con pintura, les aventaban groserías, les aventaban en la cara frases como: ¡Policía consciente, se da un tiro en la frente! ¡Policía amiga, esta es tu lucha! Esos eran los coros, al menos los que recuerdo. De repente se veía como de atrás de la primera fila de policías, les devolvían los regalos a las manifestantes. La que las dirigía les llamaba la atención.

Únicamente cuando las manifestantes se acercaban demasiado, las oficiales cual incendio las rociaban con el extintor, no sé cómo describir muy bien la escena, pero la única analogía que me viene a la mente es como cuando rocío de insecticida a los mosquitos y se van. Luego otras veces cuando la cosa se ponía más ruda y las manifestantes incluso querían pasar por encima de la barrera que formaban los brigadistas que estaban delante de las policías, desde atrás de la barrera de policías dejaban escapar un polvo, podría decirse que de color verde claro, como si fuera un vapor espeso, no sé qué era, pero escuché a una chica decir que cuando eso le cayó en el brazo le empezó a arder. Pobres policías y brigadistas, ni siquiera un cubrebocas les dieron, los más abusados quizá lo trajeron desde casa.

Fui a la otra puerta del Palacio que estaba resguardada igualmente por mujeres policía, me acerqué con la que creí era la jefa y le comenté: – ¿Está rudo no? Ella asintió con la cabeza. Le pregunté: – Oficial, supongamos que en el remoto caso las chicas manifestantes entraran, que por alguna razón desconocida se abrieran camino entre las oficiales, ¿qué pasaría con ustedes? Ella me contestó – Nos destituyen… (una pausa larga) Además mira, ¿a qué van a entrar? El presidente ni está ahí. ¿Van a romper lo que hay adentro? ¡Es patrimonio de todos! ¡Es nuestra historia! ¿Tú crees que van a romper las puertas? Esas puertas tienen siglos y siglos. Ahora. Entran. Están infringiendo la ley, es propiedad privada, nos las tenemos que llevar. Mira, es como si alguien entra en tu casa, ¿qué haces? Si no llamas a la policía, de menos lo persigues unas cuantas cuadras…

Lamentablemente nosotras somos la línea delgada entre el gobierno y el pueblo.
Regresé a la otra puerta, vi como alguien de las manifestantes aventaba algo encendido con fuego a las policías. De atrás de la primera fila de policías se lo lanzaron de vuelta, pero le cayó a una oficial a un costado de la cara del lado derecho, que por cierto me parece tenía la visera del casco arriba. Quizá le haya quemado, aunque espero que no, ya que fue muy rápida la acción.

Varias chicas le lanzaban de palabras en la cara a una oficial (me imagino que era la jefa, ya que estaba al frente de todas y todo el tiempo tuvo la cara descubierta): – ¡ojalá así me cuidarás!3… ¡ojalá te violen! … ¡si violan a alguien la próxima, va a ser a tu hija! … ¡deberías estar con nosotras! … Yo ya no aguanté. Le grite a una de ellas: – ¡A ellas también las violan wey, no mames! (yo no acostumbro decir malas palabras, pero quizá, era la manera de llegar a ella, un lenguaje en común) ¡A ellas también las matan! ¡También las fuerzan! ¡Esta es su chamba!4 Se acercó a mí y junto con ella se unieron dos más, me vio y le gritó a la oficial: – ¡Se ve que necesitas un chingo el trabajo! Yo le grité: – ¡Sí! ¡No ves que por eso está aquí! Tu no sabes si es madre soltera y tiene que mantener a sus hijos… Ella: – ¡Sí, pero debería de defendernos! Yo: – ¡¿Por qué crees que se hizo policía?!5 ¡Tú hablas de violencia y ahora mismo las estas violentando! Ella estaba tan en un sentimiento, no sé, como de impotencia, de frustración, de enojo, estaba llorando de la rabia que sentía quizá (también la entiendo en ese sentido), sacó su celular e hizo como si estuviera en una llamada. Yo también me siento así. Lamentablemente la policía, es la cara del estado y como bien decían las chicas manifestantes a las oficiales: – ¡tú defendiendo su casa y tú a él le interesas una mierda!

Le mujer jefa de policías se recorrió hacia su lado izquierdo, se volteó hacía su escuadrón y era notorio como estaba aguantándose el llanto. Lo único que atiné a decirle fue: – Sabemos que fuera de esto eres una persona totalmente diferente, sabemos que si pudieras estarías de este lado, esta es tu chamba y piensa únicamente en eso. Me volví a las que estaban más cerca y les dije blíndense pensando que esta es su chamba, ustedes nada más están aquí trabajando.

Poco a poco las manifestantes fueron cediendo y comenzaron a ganar terreno los brigadistas, que cada vez nos empujaban sutilmente más y más hacia la plancha del Zócalo6 Hubo poca gente que le agradeció a las policías y a los brigadistas; una chica les dio de beber agua a algunos brigadistas, ¡de la misma botella!… imagínense mi cara de asombro y asco al ver tal escena, digo que padre por parte de la chica, pero… coronavirus, influenza… por mencionar algo. En eso estábamos cuando del lado derecho gente le agradecía y abrazaba a algunas oficiales, recuerdo que un niño se acercó y abrazó a una poli, de pronto del otro extremo les lanzaron a las policías un trozo de madera. Muchos opinaron que mejor ya las dejaran. Un globo violeta se quedó circulando por ahí.

Anochecía. Se escuchó nuevamente otra explosión, no sé, en mi muy particular punto de vista pienso que esa acción era llevada a cabo por parte del gobierno para dispersar a la gente, que les diera miedo y que quizá se fueran, y sí, tal vez les funcionó con algunas. Pero ¿por qué digo esto? Cuando el ambiente en un lugar se estaba poniendo muy denso, de pronto se escuchaba una explosión a lo lejos y la gente perdía un poco de atención en el asunto. Quizá las que estaban cerca se dispersaban o se iban. Pero ¿ustedes creen que las manifestantes que rompían, quemaban y rayaban; se iban a asustar con algo como eso? ¡Ay, mi´jos chulos!

Me volví a la plancha del zócalo, aquello ya era una anarquía total. Mujeres gritando y girando alrededor de una enorme hoguera, la cual por cierto era alimentada de la cerca de madera instalada por el gobierno la cual habían derribado, supongo, por estas mismas mujeres que ahora estaban ahí. Era un ambiente totalmente mágico y místico, un verdadero aquelarre. Se adueñaron del lugar, ya no había hombres, no podían estarlo, todas gritaban: ¡fuera hombres! ¡fuera hombres!7 Ni un hombre se atrevía siquiera a acercarse, ese espacio era de nosotras, mujeres, hermanas, brujas, locas, putas. Se formaron dos círculos, unas rodeaban la hoguera, otras entre la hoguera y el círculo externo corrían en rededor de la hoguera y ululaban. Era un espectáculo tan bello de vivir y ver. El mirar cómo ardía cada puerta o cada pancarta, cada brasier que aventaban, sentir el calor de las llamas en la piel… estar tan cerca del fuego y no quemarte… Golpeaban ollas y charolas a manera de tambores ¡somos las brujas… que nunca pudieron quemar! ….

Continuará.

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