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En la infancia no todo está bajo control

#Sexualidad
La infancia de un ser humano debería ser prioridad en el cuidado total e íntegro del pequeño ser, cuidemos su crecimiento y desarrollo como parte esencial de nuestra vida.

 

Blanca Sánchez.
blancasanchezrangel@gmail.com

La versión actual y por lo tanto moderna que se tiene de la infancia como una etapa diferenciada de la adultez y que por lo tanto implica una etapa de preparación  madurativa marcada por un desarrollo que implica un acercamiento progresivo hacia lo que se puede esperar de un adulto o de alguien que esté próximo a serlo. Cuando decimos que en el centro de la idea de niñez está el concepto de desarrollo nos referimos a que desde un primer momento se espera que el niño vaya adquiriendo cuestiones como el habla, la marcha, el reconocerse a sí mismo y a los demás, seguido de que adquiera normas básicas de comportamiento que serán valoradas socialmente.  Esto implica como lo señaló Philippe Ariès hace 50 años, que en la actualidad muchos de los adultos estamos obsesionados por los problemas físicos, morales y sexuales de los niños, a lo que podríamos añadir los problemas psicológicos.

Quienes han recogido buena parte de esas inquietudes han sido las disciplinas psi (psicología, psiquiatría, psicoanálisis, psicopedagogía), de modo tal que las explicaciones acerca de los actos de los niños y de sus palabras han sido habladas y definidas a partir de conceptos de base psicológica, por ejemplo, actualmente hablamos de comportamiento, regulación, aprendizaje, autoestima, resiliencia, etc., sobre todo en un sentido de problema: hay dificultades de aprendizaje, problemas de lenguaje, regulación del comportamiento, límites y disciplina o expresiones de sexualidad precoz.  Mucho de lo que se dice de los niños está planteado como un problema o algo que no anda, y de hecho, la cautela o recelo de estos discursos pone en evidencia el control y la normalización que se busca en todo lo que está relacionado con los niños.

En pleno siglo XXI la infancia ya no es solamente una etapa de la vida que antecede al adulto, sino que está consolidada como una fase evolutiva de la vida del ser humano que tiene características y necesidades específicas. Profesionales de pediatría, pedagogía y las disciplinas psi, a pesar de sus diferencias en cuanto a la naturaleza y motivaciones de lo infantil, han coincidido en otorgar un lugar de distinción a esta etapa de la vida. Coinciden en tomar a la infancia como una categoría que posee por sí misma cualidades específicas que ejercen efectos en quienes se ubican en dicho momento. Entonces, cuando algún niño dice o hace algo es comprendido a partir de los modelos médicos, psicológicos o pedagógicos que se presumen como  innovadores y científicos –aunque muchos de ellos no tengan una mínima veracidad- y que plantean la posibilidad de un “niño ideal” completamente sano, inteligente (incluso “emocionalmente”), interesado todo el tiempo en aprender y dócil al adiestramiento.

Esta manera de pensar en la infancia, misma que se adopta en las políticas públicas, en los discursos y modelos institucionales etc., deja de lado a los propios niños, es decir, pretende que ante cualquier acción realizada exista una respuesta predeterminada con base en cualquiera de las aristas de estos saberes. Es así que parece que se puede explicar por qué a los niños les gusta tal o cual cosa, o por qué llegan a tener una u otra ocurrencia, es decir, desde estas perspectivas los niños raras veces tienen algo inesperado qué decir o hacer ante lo que les ocurre. Como si en la infancia todo estuviera dicho, bajo control y clasificado de tal manera que exista una solución dada al problema incluso antes de que se presente.

Pareciera entonces, que dos de las cualidades más celebradas de los niños en nuestra cultura: la imaginación y la libertad de actuar y decir, quedan en entredicho. Si lo que hace un niño cualquiera, tiene siempre la misma explicación, o algunas variaciones de la misma, independientemente de quién haga, en qué momento y ante quién; dicha interpretación deja de lado la posibilidad de referirnos a sujetos con posibilidad de actuar. Ese tipo de explicaciones simplemente no se toman la molestia de engendrarse a partir de lo que un niño habla de sí mismo.

En los últimos tiempos hemos tenido noticias que trastornan los discursos normalizadores de la infancia: hace unas semanas en Torreón un niño de 11 años entró con dos armas a su colegio y disparó a otros alumnos y profesores, antes de dispararse él mismo; tres años antes, en Monterrey, un joven de 15 años accionó un arma en contra de una maestra y compañeros, también la accionó contra sí mismo momentos después; el mes anterior se hizo público un video donde 19 niños armados formaron parte de una marcha de la Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias de los Pueblos Fundadores, como parte de la exigencia de detención por parte de las autoridades de un líder de un grupo delictivo relacionado con ejecuciones de población indígena (varios de ellos familiares de los niños armados) en la zona de Chilapa, Guerrero; el fenómeno de los niños sicario desde Centroamérica hasta el norte de nuestro país en que grupos criminales reclutan, entrenan y pagan a adolescentes (en el mejor de los casos) para realizar asesinatos, secuestros, extorsiones, etc.; la Huelga de los 17 Minutos en centros escolares de Estados Unidos protestando contra la venta de armas de fuego en aquel país y que respondió al tiroteo en la secundaria Parkland en Florida el 14 de febrero de 2018; y el fenómeno mundial que es Greta Thunberg al cobrar relevancia a partir de las huelgas estudiantiles afuera del parlamento sueco para reducir las emisiones de carbono después de una serie de incendios forestales en aquel país, posteriormente participó en cumbres a propósito del cambio climático y fue nominada al premio Nobel de la Paz el año anterior y acaba de ser nominada nuevamente. Esta lista puede parecer larga, pero es una muestra muy pequeña y de notas al alcance de la mayoría que plasman situaciones claras donde niños y adolescentes ocupan la posición de alguien que actúa y plantea un cambio, para todos, a partir de sus actos, cualesquiera que estos sean y aunque se califiquen moralmente de distintas formas.

Algunas de las respuestas públicas a los actos de los niños han sido las siguientes: después del tiroteo en Torreón, el gobernador de Coahuila Miguel Ángel Riquelme señaló apresuradamente: “el niño influenciado por un videojuego que se llama Natural Selection, incluso la playera del niño en la parte de abajo trae el nombre del juego, “influencía” (sic) al niño para cometer los lamentables hechos […] Era un alumno que no presentaba problemas, que tenía incluso buen comportamiento, pero que estaba influenciado por un videojuego y por el entorno familiar”. Donald Trump y Jair Bolsonaro hicieron burla y denostación de Gretha Thunberg al decir que “debe controlar sus problemas de ira y relajarse” además de señalarla como “producto de marketing”, y referirse a ella como “mocosa”; Andrés Manuel López Obrador señaló en alusión al video de Chilapa: “es un acto prepotente armar a niños y tomarles un video… debería de darles vergüenza”. Más allá de lo atinadas o desatinadas que pudieran resultar estas declaraciones, es preciso señalar que en todas ellas es posible ubicar cómo se percibe al niño: en una actitud pasiva al señalarlos como influenciables, producto de marketing; se intenta “comprenderlos por medio de su “comportamiento”; incluso abiertamente descalificadores al señalarlos como mocosos o con problemas de ira.

Estas respuestas públicas muestran que los actos de los niños son tomados como acciones no sustentadas por ellos mismos. Sino que están marcadas por su inmadurez y por su docilidad en cuantos sujetos que viven bajo el poder de los adultos. A nuestro juicio, los actos hechos por niños y adolescentes que trajimos a este texto plantean un verdadero problema para tomarlos como producto de una condición específica de “la infancia” si a esta la entendemos como una etapa de la vida marcada por la pasividad e inmadurez y donde después de un tiempo y un camino normalizado (el mismo para todos) se adquiere lo necesario para ser un adulto. Por el contrario, los niños y los adolescentes enuncian posicionamientos muy serios y contundentes tendientes a incidir y participar en el mundo que viven y en quien los acompaña.

En un texto fechado en 1927 Anna Freud, describió al niño como “objeto rebelde” ante los “recursos más probados de una terapia científica” cuando comenzó a utilizar con niños el método psicoanalítico desarrollado por su padre. Queremos resaltar esta descripción de una de las primeras psicoanalistas de niños, ya que justo subraya la rebeldía de un niño al tratar de ajustarlo al marco de un proceder planteado a partir de métodos y discursos desde una “lógica científica”. El punto es darnos la posibilidad, como adultos que viven con los niños, de presenciar cómo es que ellos se rebelan por medio de su decir y su actuar. Psicoanalistas como Francoise Dolto, Maud Mannoni señalaron lo anterior. Aunque prácticamente cualquier persona que trabaje con niños, está en lugar privilegiado para poder reconocer cómo los niños saben,  hablan y actúan lo que ellos reconocen como verdadero por medio del juego. Sus chistes, cantos, juegos, sueños, etc., pueden ser considerados como potentes actos destinados a provocar respuesta en quien está con ellos y los espacios que son de ellos.

Plantear la posibilidad la infancia descentrada de una lógica de control da la posibilidad de recibir lo que plantea un niño como un algo que viene en serio. La rebeldía resulta incómoda, igual que lo son muchos de los dichos y actos de los niños (inolvidable el “los borrachos y los niños siempre dicen la verdad”, curioso símil); pero no por ello hay que esquivarlos. Los actos tan serios que realizan los niños hoy en día difícilmente podrán ser sometidos a un control y una explicación venidos de la ciencia más nueva y más acreditada, al menos no parece que pronto será el caso. No soslayar lo crudo y agudo que plantea un niño quizá pueda dar otros frutos que ahora estén al alcance.

Fotografía tomada de Revista GQ

https://www.revistagq.com/noticias/articulo/greta-thunberg-climate-week-2019

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