#InPerfecciones
La politización de la Marcha por la Paz dio como resultado una escena nefasta y vergonzosa del mas recalcitrante fanatismo en el zócalo capitalino el pasado domingo.
Carlos Rosas Cancino / @CarlosRosas_C
carlos.rc@inperfecto.com.mx
La Marcha por la Paz arribó el pasado domingo al zócalo capitalino para expresar una exigencia que en teoría debería ser de todos, y digo en teoría porque fuimos testigos de un episodio sumamente vergonzoso en dos actos.
El primer acto estuvo a cargo del Presidente al mostrar su negativa a recibir a los integrantes de la Marcha por la Paz, declarando que no era su intención participar en el show porque era importante cuidar la embestidura, situación que le ganó –como siempre- las críticas por el desdén mostrado ante lo que para muchos es uno de los temas centrales de esta administración y que se ha visto rebasado por la incidencia delictiva que literalmente se regodea frente a cualquier tipo de implementación en materia de seguridad.
El Presidente que en otro momento en la Marcha por la Paz hubiera encontrado la oportunidad perfecta para esgrimir su discurso de justicia y empatía con ese afán contestatario, ha dejado claro que eso de “al diablo las instituciones” puede suavizarse cuando por fin se llega al lugar anhelado y se tiene el mando –aunque no tenga idea de lo que se necesita hacer-, y son precisamente estos bandazos los que terminan echando por tierra cualquier intento por entablar un diálogo con el Presidente que se ha jactado de ser el más cercano a la gente pero que le ha cerrado la puerta a las víctimas de la violencia en México, una violencia que a partir del 1º de diciembre de 2018 está bajo su responsabilidad y que ha pretendido solucionar con demagogia que termina por convertirse en insensibilidad y minimización ante la pérdida de las personas que se han visto afectadas por la violencia.
El segundo acto se pudo ver éste domingo en el zócalo capitalino en una reacción profundamente nefasta e indigna por parte de quienes se han creído eso de ser moralmente superiores al ser beneficiarios de los programas populistas del Presidente lanzando consignas como “traidores a la patria”, “chayoteros”, y otras linduras a los integrantes de la Marcha por la Paz, encabezada por Javier Sicilia y Julián Le Barón, y que gracias a la politización y re victimización que se tiene por costumbre en México, lo único que se observó fue un espectáculo del más bajo nivel moral que se completó con la mañanera del lunes en la que el Presidente nuevamente y por millonésima vez repitió su mantra adoctrinador de “las pasadas administraciones”, “los conservadores”, “los hipócritas”, etc. que deja claro que a pesar de la supuesta experiencia que da la edad, no puede madurar como portador de la máxima embestidura política del país y que ha permeado a sus simpatizantes más recalcitrantes que son capaces de mostrar la cara mas vergonzosa de la 4T que no es más que resultado del fanatismo a un personaje y no a un proyecto.
La demostración de la falta de sentido común, empatía y análisis de la situación nacional vuelve a poner en la mesa un aspecto que parece ser endémico y que tiene en la intolerancia su mejor ejemplo, esa intolerancia a ver en la crítica una oportunidad para restablecer la comunicación entre todos los sectores de la población que hoy tiene su mayor eco en un revanchismo político y social resultado de un mal encausamiento de las prioridades nacionales.