#InPerfecciones
La salud en México se ha convertido en un lujo y en un negocio, un negocio político, un objeto de cambio electoral.
Carlos Rosas Cancino / @CarlosRosas_C
carlos.rc@inperfecto.com.mx
La pregunta para el Presidente, legisladores, directores, etc. es ¿dónde se atienden cuando se enferman? ¿han requerido atención de alta especialidad?. Estas dos preguntas forman parte de una muy extensa lista de cuestionamientos para todos esos “creativos” que a todo quieren apodar con el término “bienestar” como parte de un discurso demagógico con el que se justifican las acciones que se implementan sobre las rodillas.
Claro que el bienestar llegó a México, es claro que el bienestar se puede palpar cuando el sueldo rebasa el común denominador de cualquier trabajador, claro que el bienestar puede quedar plasmado en fotografías de amenos desayunos junto al Presidente mientras sigue habiendo gente que no tiene que llevarse a la boca.
Ante un escenario así, cualquier discurso que pide “paciencia” para que un sistema de salud improvisado llegue a ser eficiente resulta insultante para un enfermo en tratamiento, y solo deja muestra de la insensibilidad ante el dolor y la desesperación por no obtener un tratamiento que le puede salvar la vida a un familiar, es por eso que Mario Delgado que pide “paciencia” para que el INSABI carbure demuestra que goza de cabal salud, porque su único dolor de muelas es masticar y regurgitar el discurso presidencial que se justifica con la misma excusa.
¿A que legislador le interesa si una persona de la sierra de Puebla muere por una enfermedad que pudo ser tratable? ¿a que legislador le interesa si una persona de la tercera edad logra juntar para su tratamiento o para comer el día de hoy? ¿todos van a levantar la mano para fingir interés? ¿se van a llenar la boca acusándose unos a otros de haber traicionado al pueblo?.
La salud en México se ha convertido en un lujo y en un negocio, un negocio político, un objeto de cambio electoral. El Presidente habla de gratuidad y de derecho a la salud sin pararse en ninguna de esas clínicas ni hospitales que no pueden surtir tratamientos, y los directivos de los servicios de salud se esconden tras de montañas administrativas hablando de la ley y los derechos pero tampoco se atreverían a atenderse en esos servicios de salud paupérrimos que ofrecen para la población.
Efectivamente los muertos no votan, los menores en tratamiento tampoco, es probable que el ofrecimiento para calmar el descontento sea el mismo que se pone en la mesa para las víctimas de la inseguridad, un memorial a los “muertos por enfermedad desconocidos”, un monumento a la ineptitud y a la insensibilidad.