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A días del Día Universal del Niño.

#Sexualidad
Fundamental la inversión en todos los ámbitos para las niñas y niños, cuidar su infancia, sus necesidades físiologicas y afectivas, infancia sana, adultos sanos.

 

 

César Valencia de la Fuente
cvalencia83@live.com.mx

Cada 20 de noviembre se celebra el Día Universal del Niño, en esta fecha se conmemora la fecha de aprobación de la Declaración de los Derechos del Niño (1954) por parte de la Asamblea General de la ONU y la posterior firma de la Convención de los Derechos del Niño (1989) que obliga a los países firmantes a hacerla cumplir. Dicho documento contempla los derechos económicos, sociales, culturales, civiles y políticos. Y ha tenido como efecto el establecimiento de lo que conocemos como “interés superior de la niñez” que es considerar de manera primordial todas las medidas o acciones que se dirijan por parte de los estados y de la población en general hacia cualquier ser humano que tenga menos de 18 años.

En este sentido, gobiernos, organismos internacionales, asociaciones civiles así como de los distintos actores particulares que trabajan directamente con los niños, coinciden en que es necesario coordinar trabajo y metas con la finalidad de poder brindar atención “oportuna y adecuada” a la población infantil. Para ello, se han invertido recursos en investigación y en la implementación de programas encaminados a incidir en la vida de los niños. Dos muestras de ello son los esfuerzos encaminados por gobiernos que apuntan a disminuir la desnutrición y la mortalidad infantil y las iniciativas que buscan garantizar la educación básica a todos los niños. Sin embargo, a pesar de estos esfuerzos y de que las estimaciones de distintas instituciones dan a entender avances en ambas materias, siguen siendo preocupantes las estimaciones como la presentada por la Organización Mundial de la Salud en 2014 donde afirmó que a diario mueren alrededor de 17,000 niños por causas relacionadas con la desnutrición, las enfermedades infecciosas y la mortalidad materna (causas que en el mismo documento se reconocen como prevenibles). Es en este marco que la preocupación por la infancia no cesa de posicionarse como fundamental, así como cobran relevancia las prácticas dispuestas para la intervención, cuidado y educación en la vida de los niños y que hoy tienen un papel crucial en nuestra cotidianidad.

En este sentido, el campo de las disciplinas psicológicas tiene un papel preponderante ya que establece características de los niños así como métodos de intervención para lo que se conoce como sus “problemáticas”. Actualmente podríamos enlistar éstas últimas de la siguiente manera: problemas de conducta (la agresividad y la desobediencia); problemas de desarrollo (discapacidad ó trastornos neurológicos); bajo rendimiento escolar (dificultades en el aprendizaje); problemas emocionales (tristeza y enojo que los rebasa); problemas del lenguaje (como ausencia del habla ó retrasos en su aparición) y dificultades para relacionarse con los otros (no tener amigos o alguien con quien jugar, bullyng ó problemas con miembros de la familia). Dichas problemáticas han generado preocupación en los adultos y se ha dado una expansión de los métodos y terapéuticas con los que se busca incidir en ellas.

Las formas en que se ha hecho a frente a los problemas de la infancia es por medio de estrategias previamente especificadas para cada una de ellas (como evaluaciones, métodos de manejo conductual o de estrategias de comunicación) o por recursos más heurísticos como el juego o el dibujo. Se espera que las intervenciones que haga un “profesional” mitiguen o atenúen las dificultades que plantean los actos y las palabras de los niños para con sus padres y sus profesores. En ambos casos, la práctica apunta a intervenir en situaciones que se reconocen como propias de la primera etapa de la vida o una edad temprana. Dicha intervención está dada en razón de superar los escollos propios de la etapa de la vida que es la infancia para generar recursos “psicológicos” para vivir la adultez de una manera sana y así prevenir futuros trastornos como las adicciones, trastornos emocionales ó trastornos de personalidad.

Esta orientación de la “atención” que se brinda a los niños en clínicas, consultorios, centros educativos y de recreación, está apoyada y legitimada por la “preocupación hacia el desarrollo y el bienestar de los niños” y también en la firme creencia de que mientras más se atiendan los problemas de los niños más sencillo será lidiar con los problemas que tenemos como adultos. Un ejemplo de esto es lo planteado por Ricardo Bucio, Secretario ejecutivo del Sistema nacional de protección a niñas, niños y adolescentes, quien en una nota para el diario Forbes titulada ¿Cuánto se gana al invertir de la niñez? plantea: “destinar recursos a la educación en la primera infancia en situación de riesgo (de 0 a 5 años) tiene un impacto inmediato y a largo plazo”, estimando que al invertir en la primera infancia hay más probabilidades de completar la escuela y menos probabilidad de repetir años, necesitar regularización y de ser arrestados. En la misma publicación y en el mismo sentido, Eva Fernandez Garza, señala que al invertir de manera sostenida en el Desarrollo infantil temprano, se pueden generar retornos del 14% de la inversión para los estados. La idea de invertir en esta “etapa temprana” es generar desde la primera infancia, “la base para el desarrollo de habilidades para la vida”.

Estas posturas de política social muestran dos rostros de la noción actual de infancia: los niños como adultos en formación que tienen que ser preparados y educados con la mira puesta en una etapa y un futuro mejor; y por otro la de individuos a los cuales es necesario cuidar e intervenir por su bienestar. Pero los saberes acerca de los niños y las situaciones que viven se actualizan cada vez con más rapidez, las guías orientadoras, como la que propone Bucio, dispuestas para dar soluciones a gran escala para los problemas que enfrentan los niños no está resultando efectiva. Apenas el día de ayer la Comisión Nacional de los Derechos Humanos señalaba que se ha triplicado en los últimos 10 años el número de homicidios perpetrados en contra de los niños. Ni siquiera “sus espacios” como la escuela o su casa han resultado refugio para la ola de violencia que azota el país.

Quienes trabajamos con niños sabemos que las soluciones a medida e infalibles no están al alcance, las posibilidades de producir algo con un niño se forjan acompañando a diario al escucharlos, al jugar con ellos y al acompañarlos en su educación. Quizá sea momento de enfatizar que en tiempos en que las “grandes soluciones” no están alcanzando, si algo se puede hacer para poder responder a las situaciones de violencia cada vez más habituales en la vida de los niños, será desde cerca (a un lado de ellos) y en nuestro cotidiano. Imposible no pensar en ello a un par de días de la masacre de 6 niños en el estado de Chihuahua.

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