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Zapata y sus amores machos

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Uno de los temas más debatibles en la biografía de Emiliano Zapata ha sido su bisexualidad.

 

Edgar Vargas / @_EdgarVargas_
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Uno de los temas más debatibles en la biografía de Emiliano Zapata ha sido su bisexualidad. Si bien, este tópico ha sido tabú en las biografías de grandes personajes históricos, comenzando por Sor Juana, quien, para muchos, es imposible que haya tenido relaciones lésbicas con la virreina. De esta manera es que la sociedad mexicana, aunque viva en los albores del siglo XXI, no permite ni acepta la posible homosexualidad de personajes que están relacionados con nuestra historia y política.

 

Uno de estos fascinantes personajes es Emiliano Zapata que, en este año, 2019, cumple un siglo de haber sido asesinado con más de 20 balas de escopeta en la Hacienda de Chinameca. Automáticamente se convirtió en un mártir de los campesinos y de la gente pobre despojada injustamente de sus tierras.

 

“¿No se puede? Pues cuando yo sea grande, haré que se las devuelvan”, es una de las anécdotas mejor recordadas de El Caudillo del Sur, que a la edad de 8 o 9 años, observó a unos hacendados despojando de sus tierras a unos pobres campesinos. Su padre dijo que no podía hacerse nada, y es entonces que la cólera de Zapata niño, ante tales injusticias, se incrementó potencialmente para desarrollar a un personaje que, pese a muchos caminos que tomó, su posición como idealista revolucionario nunca se vio mermada.

 

Es bien conocida la historia de Zapata y la lucha contra las injusticias, además de continuar con el espíritu revolucionario de derrocar a Porfirio Díaz del poder, y no permitir que ningún otro presidente se reeligiera.

 

La parte que, a muchos biógrafos, y a mucha gente mexicana, no le agrada comentar, aun en pleno siglo XXI, es la bisexualidad de este gran caudillo. Son conocidas, por sus biógrafos, muchas de las relaciones que sostuvo con diversos personajes a lo largo de su vida. Se comenta mucho sobre su parte sexual, pues él mismo se construyó como un ente varonil, y macho, con un sex appeal revolucionario que a muchas mujeres, y muchos hombres, les parecía un adonis de postrimerías del México decimonónico.

 

Leyendas van y vienen sobre su posible bisexualidad, pero una de ellas, la más popular por la persona con la cual se vio involucrada, fue con el mismísimo yerno de Porfirio Díaz: José Ignacio Mariano Santiago Joaquín Francisco de la Torre y Mier, conocido mejor como “Nachito”.

 

José Ignacio, hijo de hacendados, tuvo una vida de lujos y riqueza. Su vida transcurrió entre los colegios de México y Estados Unidos, engolándose de una rica vida prometedora. Dueño de una de las azucareras más importantes de la ciudad, hizo que llamara la atención durante el gobierno de Porfirio Díaz, quien no dudó en dar a su hija en matrimonio: Amada Díaz Quiñones.

 

Esto le valió a Díaz y a Amada, una serie de crueles decepciones, pues pronto se dieron cuenta de la bisexualidad de José Ignacio, y la parrandez en la que vivía. Se dice que siempre llegaba borracho a la casa, y fue hasta que un día insultó a la propia Amada delante de Díaz, quien solo lo echó fuera en el momento, pero ahí, el expresidente mexicano conoció verdaderamente al tipo de yerno con el que tenía que cargar.

 

La situación en la que definitivamente deshonró a la familia Díaz, ocurrió el 18 de noviembre de 1901, en el número 4 de la calle de la Paz, hoy Jesús Carranza, Ciudad de México, donde tuvo lugar un gran festín desbordado por 21 hombres vestidos como tal, y otros 21, de mujer. Esta fiesta tenía como propósito principal, además del baile, una orgía, tipo gang bang, donde habría un jovencito, el cual sería rifado al final, un “Pepito con bigotito rizado, como ésos que les gustan a las muchachas románticas” [sic], describe Mílada Bazant, investigadora de El Colegio Mexiquense. Un vecino fue el que dio el pitazo, por su incomodidad ante este hecho, y reportó el incidente como “Una fiesta de tremendos maricones”. Los actos de homosexualidad, ya sea públicos o privados, eran tratados como “daños a la moral pública”, por lo que fue motivo de arresto y cargo por 500 pesos a todos los involucrados.

 

El poder judicial intervino en ello, y fue que se llevaron para ser juzgado a los 41 mariconcitos, de ahí que el notición fuese llamado “El baile de los 41”; pero, si eran 21 vestidos de hombre y 21, de mujer, ¿por qué no se llamó El baile de los 42? He aquí la intervención de Díaz para que su yerno no fuese afectado. Por eso es, que se cerró en 41. El número 42 era Nachito, pero Díaz lo sacó del escándalo pagando una fuerte fianza, y evitando de esta manera el gran escándalo que pudo haber ocurrido en el momento; aunque después los hechos salieran a la luz.

 

Todo lo anterior quedó registrado en el diario de Amada, ella misma lo relata: “Un día mi padre me mandó llamar al despacho de su casa. Me quería informar que Nacho había sido capturado por la policía en una fiesta donde todos eran hombres pero muchos estaban vestidos de mujer. Ignacio –me dijo mi padre- fue dejado libre para impedir un escándalo social, pero quise prevenirte, porque tienes derecho a saber del comportamiento de la persona con que vives”.

 

Nachito trató de seguir su vida con mayores precauciones para no ser cachado en el acto. A partir de esta redada, no hubo más fiestas de tal tamaño en la Ciudad de México, o al menos, fueron realizadas con más precaución. Las orgías se siguieron celebrando con bastante discreción en los baños públicos.

 

Alrededor de 1906, José Ignacio y Zapata se conocieron. Gracias a las grandes artes que El Caudillo del Sur realizaba con los caballos, Nachito se vio seducido por la masculinidad e impacto que Zapata tenía, incluido su gran bigote, que hacía suspirar a centenares de mujeres y hombres.

 

Con el pretexto de domar a los caballos y tener a un jinete que conociera de esas labores, José Ignacio se llevó a Zapata a vivir a su casa en la Plaza de la Reforma, en el corazón de la capital. Casi nada es lo que se conoce de ese posible tórrido romance, pues no hay documentación que lo avale, mas que el pequeño texto del diario de Amada, en el que cuenta que ella mismo presenció alguna vez en la que su marido y Zapata se revolcaban en el establo.

 

Además de relacionársele con Nachito, se le adjudica otro tipo de relación que yace entre lo bromance y un verdadero amorío, el caso de una de sus manos derechas, Manuel Palafox, conocido como el Ave Negra, con quien convivió por mucho tiempo de manera muy cercana.

 

“Es mejor morir de pie que vivir toda una vida arrodillado”, es una de las frases más celebres atribuidas a nuestro gran Caudillo del Sur. Las biografías cuentan de las fascinantes historias anhelantes de libertad, en la que a Zapata se le vio discurrir para hacer de esta nación un país más justo. Sin lugar a dudas, la figura de este héroe se enaltece en este 2019, y como lo dijera nuestro presidente actual: “Este es el año de Zapata”, con ecos al deseo de mejorar este país bastantemente jodido.

 

Es necesario ver, no solo a Zapata, sino a los personajes históricos que han intervenido en la vida histórica, política y social de México, de la manera más humana posible. Observarlos no solamente del lado público, sino también en el privado. Reconocer, que han sido diversos los testimonios de gente que vivió junto al Caudillo del Sur, y se comentó sobre las diferentes relaciones que vivió, incluidas las de hombre a hombre. Observémoslo como un ser humano, con el amplio espectro sexual que todos poseemos, y seguir con su deseo de justicia mexicana en todo terreno, tanto en lo político como en lo sexual.

 

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