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Tlaltizapán, el corazón del Caudillo del Sur.
Notimex
Por Mariángel Calderón
Las tranquilas calles del pueblo parecen haber olvidado los tiempos de la Revolución, apenas pasan algunos automóviles y el calor obliga a sus habitantes a permanecer bajo la sombra, de los ecos de Zapata sólo queda el Mausoleo que él mismo mandó construir en la Iglesia de San Miguel en 1914 y que aún espera la llegada de sus restos.
Diega López tiene en la mirada las ganas de aprender de una niña, oscila entre los 70 y los 80 años de edad, es escritora y cronista del pueblo de Tlaltizapán, en Morelos, trabaja entre el azul de las paredes de lo que fuera el cuartel general de Zapata en los tiempos de la Revolución, el amor por el general y su trabajo por el pueblo es lo que la mantiene en el lugar.
La historia cuenta que el Caudillo del Sur fue traicionado por el general Guajardo en la hacienda de Chinameca, en 1919, pero lo que la gente del pueblo de Tlaltizapán sabe es que su general se fue a entregar por cuenta propia para que el pueblo no siguiera sufriendo las afectaciones de la Revolución, “él sabía que iba a una muerte segura”, comentó al señalar que Zapata tenía la certeza de su muerte porque además gustaba de leerse las cartas con Petra, quien le vaticinó el día de su muerte.
Las mujeres se enamoraban del caudillo, muchas lo seguían por su propio pie a sus batallas para luego regresar al pueblo sin la entonces valorada virtud ni el amor de Zapata, todas sabían de sus amores pero a nadie le importaba, Diega recuerda a uno de los hijos del caudillo que visitaba a su padre, “si así era el hijo, el padre debió ser muy guapo, por eso las mujeres se enamoraban de él”, explicó con una pícara sonrisa.
Con nostalgia recuerda los buenos tiempos de la antigua casa construida en el siglo XIX, por muchos años el recinto era visitado por personas de todo el mundo, para ella Zapata puso el nombre de su pueblo en la boca de todo el mundo.
“Mi pueblo sufrió tanto la Revolución, hemos recorrido todo el mundo porque vienen que no pueden a veces ni pronunciar Tlaltizapán, pero Zapata nos ha alzado en todo el mundo, este lugar que es tan pequeño tiene una historia grande que no dejó ni en donde él nació, en Anenecuilco fue el amor, la familia, en Chinameca fue la traición, lo peor, pero en Tlaltizapán sufrimos nuestros padres, seguimos con el corazón lleno de amargura por la Revolución, pero Zapata nos levantó el nombre”.
El general era amigo de todos en el pueblo, las personas cuentan que le gustaba el jaripeo y los toros, que bailaba montado en su caballo y los niños corrían al cuartel cuando escuchaban la música que de ahí salía solo para verlo bailar montado en el caballo, no se le veía bailando con alguna mujer, siempre era montado en su caballo, justo en medio del patio de la casa que ahora espera trabajos de reconstrucción tras el sismo de septiembre de 2017.
Zapata quería ser enterrado en la iglesia del pueblo, en el antiguo convento de San Miguel en 1914, ahí mandó a construir un Mausoleo donde quería ser enterrado, “su sueño no se ha cumplido, ya va a cumplir cien años que lo mataron y sus restos quedaron en Cuautla, lo mataron en Chinameca y el gobierno reclamó el cadáver para identificarlo”.
De ahí surgieron muchas historias que ponían en duda su muerte, la falta del dedo y las marcas de nacimiento, ella no cree que el caudillo haya sido un cobarde para mandar a uno de sus compadres como cuentan las leyendas, “su tumba aquí en el pueblo está esperando sus restos, han pedido que ojalá nos lo devuelvan, las tierras al final se repartieron pero sus deseos no se han cumplido”.
Juana y Trinidad eran las dos encargadas de preparale sus alimentos, le contaron que al general le gustaban las memelas, la carne de venado, frijoles y chile, la carne de puerco nunca fue su preferida, les llamaban las “molenderas”.
Zapata comía en el patio con toda su tropa, la hija de Trinidad, Ignacia, de entonces 15 años de edad se enamoró del general, la madre no se aguantó y lo agarró a manazos, a lo que él respondió que de menos vería por la muchacha, “no como otros que nomás las dejan ahí tiradas”; de esa historia existe un corrido que él mandó componer a la Tacha, recordó doña Diega.
En el pueblo el caudillo suriano estuvo nueve años, se quedó ahí por la lealtad de su gente, de ahí eran sus principales coroneles, Tlaltizapán, considerada como la cuna de la Revolución, sufrió la peor parte de esta lucha.
En ese sentido refirió la masacre del 13 de agosto de 1916 que apenas se menciona en algunos documentos y en la que Venustiano Carranza mandó a su gente a acabar con todos los habitantes del lugar, de esa batalla nadie habla pero fueron más de 250 personas del pueblo que perdieron la vida ahí .
“Las mujeres lloraban las tristezas del pueblo, mujeres violadas y niños muertos de hambre porque no había que comer, por eso se deprimía Zapata, por eso cuentan que decía que debía morir para que terminara la Revolución, por ver que su pueblo se moría de hambre”.
Este pueblo merece más honores, no tenemos ni un banco, no parece ser cuna de la Revolución agrarista, todos los del pueblo tenemos una historia de Zapata para contar, dijo la anciana mujer al recordar que los amores del Caudillo Suriano se le unían con el mismo valor a la lucha, ayudaban a curar a los familiares, se armaban, tenían a los hijos en medio del campo, con piedras cortaban los ombligos, “aquí estuvo dura y muy triste la Revolución”.
Zapata era un hombre que luchaba no para hacerse rico, sino por sus ideales, nunca se supo qué pasó no sólo con sus amores, sino con todas las demás mujeres que se le sumaron a la lucha, la nación no les hizo justicia, acabaron de lavanderas, vendiendo atole y tamales, así murieron muchas que anduvieron en la causa, dijo con tristeza.
Tampoco se sabe cuántos hijos tuvo a ciencia cierta, porque sí reconoció a algunos, pero otros aún siguen reclamando su linaje y reconocimiento como hijos de Zapata de quien cuenta que era tan desconfiado que nunca durmió en el cuartel, siempre se iba a quedar en casa de alguna de sus queridas, dijo Doña Diega.
El lugar antes fue una pequeña casa de un piso para descascarar arroz, pero él lo eligió ante las peticiones de las personas del pueblo, “este lugar atraía a muchas personas, venían de todo el mundo, ya no viene tanta gente, menos ahora que está cerrado, nos dejó sus ideales”, explicó al mencionar que probablemente antes del 10 de abril los trabajos para arreglar el cuartel podrían quedar terminados.
“Ya casi no hay sobrevivientes de la Revolución acá, yo soy de las más viejas del pueblo y ya casi no hay quien cuente sus historias”, solo recuerda algunas que se platican en el pueblo, también las que le contaba su papá que era revolucionario, hacía referencia a que el general era corto de pláticas y que era muy serio.
El tranquilo pueblo aún recuerda los pasos de Zapata, incluso las leyendas señalan que algunas personas aún escuchan sus espuelas en lo que antes fue su cuartel hacia la iglesia del pueblo, a veces decían que lo veían pasar por las calles del pueblo, lo que ella piensa es que las personas quedaron tan dolidas que esperaban verlo como fuera porque quiso mucho al pueblo.
El cuartel conserva algunas piezas que han sido donadas por las personas del pueblo, el traje del General Gil, una cama donde a veces dormía, un fonógrafo y la montura de Zapata, a ella todo le atrae, pero acá de lo que depende es del interés de las personas por el Caudillo del Sur, explicó.
A mi lo que me mantiene aquí son los ideales de Zapata, me gusta contar sus historias, solo le cuento a quienes les interesa, si él viviera ya hubiera colgado a los políticos en un árbol, era bravo, tenía que demostrar su carácter, todo el pueblo lo quería pero era porque él quería a todo el pueblo”, concluyó al señalar que ella podría pasar toda una noche hablando de su general Emiliano Zapata.
NTX/MCC/GZP/ZAPATA