#Arquitectura
¿Quién ha de querer salir a luchar contra la imperfección y la materia bruta si aquí reina una realidad superior, que, aunque creada por los humanos, refleja un orden sobrenatural que protege al hombre contra la fatalidad de las leyes de la naturaleza?.
Carlos Rosas C.
carlos.rc@inperfecto.com.mx
En Egipto y Atenas la integración de la arquitectura al entorno cobra un sentido diferente, ahora la figura del hombre cobra una relevancia importante, ha encontrado un nicho en el orden universal y ahora las construcciones se supeditan a la presencia de seres divinos a los que se les rinde culto y los elementos de la naturaleza son instrumentos que enaltecen dicha divinidad.
“Los griegos cambiaron todo. Aun cuando heredaron la tradición del monte sagrado, cónico, hendido o corniforme, y estas formas del paisaje sean características de todos sus sitios sagrados, a finales del siglo VII a. C. opusieron a la divinidad de la tierra un cuerpo escultural completamente distinto de sus propias formas canónicas, creando así el templo períptero, en el cual las columnas ocultan el hecho de que la nao o nave –como en todo edificio- encierra un espacio”.
En ésta cuarta y última parte del ensayo de Vincent Scully, terminamos el recorrido de sus impresiones, que, sin duda nos permiten apreciar de manera diferente la arquitectura como un ejercicio donde la mano del hombre deja una marca no solo tangible sino también teórica.
ARQUITECTURA Y NATURALEZA parte 4
Lo ocurrido con la arquitectura romana marcó el inicio de una especie de interrupción (que duró casi dos milenios) en el diálogo que el hombre había establecido con lo natural y lo artificial. En su introversión, Roma decidió crear en su interior un universo ideal, independiente de un mundo natural y más perfecto en cuanto a la concepción humana de lo que ese mundo jamás podría ser.
El más grandioso de todos los santuarios romanos, el de Fortuna, en Preneste, que se encuentra en una ladera en la costa italiana al sur de Roma, muestra como empezó a desarrollarse ese patrón de espacio cerrado. Mientras que el paisaje de Grecia está formado por anillos de montañas con planicies interiores en las que, como ejemplo, en Ática, se erigen los cuerpos sólidos de los templos, el de Italia es un largo espinazo de montañas, por cuyas laderas los sitios sagrados romanos más importantes dirigen el descenso de sus aguas hacia los campos (en éste aspecto nos recuerdan a Teotihuacán).
La estructura inferior del templo en Preneste hace pensar en el basamento de un templo mexicano o de un zigurat, ambas formas desconocidas para los romanos, pero igual que muchos otros aspectos de la cultura romana es profundamente no griego, o pregriego, y siguiendo esta tradición antigua tiene la función de ayudar a la naturaleza e invocar sus formas. Si bien en la antigüedad Preneste estaba coronado por una columnata helénica –el terminado griego sobre la forma romana- la disposición de sus columnas es totalmente distinta a la de los templos griegos: la intención no era crear un cuerpo sino un ambiente.
Para los romanos, el principio del recinto empezó a regir todo. El templo no era una masa escultural sino una tela envolvente –la palabra templum significa más bien “espacio sagrado” que “edificio”. En Preneste, después de subir la ladera de la montaña y las escaleras axiales, desde lo alto del hemiciclo envolvente se puede dominar con la vista el mundo y dirigir el paisaje como un general. A diferencia de una falange griega las columnas no forman un conjunto aplastante, sino que se despliegan a la manera de una legión con objeto de envolver todo el vasto panorama, el mundo mediterráneo entero y crear así una imagen del Imperio Romano.
Lo mismo ocurre, a su modo con el Panteón, que alaba el universo perfecto que Roma encierra. Esto sucede también en Hagia Sofía (Santa Sofía), en donde se hizo trascender el universo mediante una imagen de perfección inmaterial constituida por las formas ideales neoplatónicas del círculo y el cuadrado.
¿Quién ha de querer salir a luchar contra la imperfección y la materia bruta si aquí reina una realidad superior, que, aunque creada por los humanos, refleja un orden sobrenatural que protege al hombre contra la fatalidad de las leyes de la naturaleza?.
Donde toda la Edad Media y hasta el Renacimiento, la intención de la arquitectura fue construir una imagen del cielo en la tierra en un espacio interior –sobre todo en la Francia gótica- vincular el reino humano con el orden celestial. Alrededor de 1500, cuando el hombre se volvió a enfrentar con el paisaje en forma directa fue Preneste la que sirvió como modelo. Fue este monte sagrado, en forma de hemiciclo e inclinado, el que Donato Bramante llevó al Vaticano como la culminación de su patio Belvedere. Esto lo logró al equilibrar la imagen de la antigüedad pagana con el espacio interior último, el domo de San Pedro, que estaba construyendo del otro lado del patio.
Lo mismo se puede decir del jardín de la Villa d’ Este de Pirro Ligorio y de muchos otros jardines. La Villa d’ Este, en Tívoli, siguió otro modelo romano, el del santuario vecino de Hércules Víctor. Tanto en Tívoli como en Teotihuacán el tema es el agua que brota de la vertiente con el desenfreno pagano. En el jardín italiano todo alude al renacimiento de la tierra como una fuerza, con un nuevo deleite hacia el imponente poder de la naturaleza. Por otra parte, es el fundamento del romanticismo y el precursor del jardín romántico inglés. Es allí donde se sofocaron todos los terrores en la suave humedad de la campiña inglesa y, finalmente en el apacible hedonismo de la vida suburbana de la clase media alta.
El clásico jardín francés era totalmente distinto y merecería un análisis extenso que aún no se ha publicado. Los arquitectos franceses del siglo XVII consideraban que dibujaban en el paisaje un retrato de la inteligencia humana. Sus teóricos llamaron este proceso pourtraiture. En Vaux-le-Vicomte, André Le Nôtre dibujó la mente de Nicolás Fouquet en el paisaje, al parecer sobre una superficie tan delgada como un pergamino; empujó el bosque hacia atrás, celebró la voluntad del individuo liberado que da forma a la tierra y la civiliza a su antojo.
En Versalles, el modelo fue el rey y el retrato, el de la Francia que era él mismo; la nueva Francia con canales y largas avenidas que atravesaban el campo desde la persona centralizadora del rey. Pero pourtraire también significa portrahere, es decir revelar. Lo que se revela es la geometría neoplatónica del universo, ahora dibujada sobre su superficie, y el rey -hombre de perfectas proporciones- vincula a Francia una vez más con el orden cósmico. A partir de él, el panorama se extiende “indefinidamente” en el paisaje como si fuera a alcanzar las vastas fronteras de la Francia continental. Posteriormente se creó la máxima defensa de dichas fronteras con las ciudadelas que el Marqués de Vauban diseñó, de acuerdo con los principios similares a los que dieron forma a los jardines, con líneas visuales de trayectoria plana que irradiaban en étoiles similares.
Fue una manera absolutamente nueva de estructurar el mundo, el plan clásico último para controlar la naturaleza y someterla a las exigencias de la vida política humana. Siguiendo ese criterio se creo Washington D.C. la “capital” última, y el París moderno, el jardín último –de hecho toda Francia. Durante el siglo XIX, todas las líneas férreas irradiaban de París a las ciudadelas creadas por Vauban, que eran como bastiones de una sola ciudad grande y fortificada, o jardín; es decir, todo el país del que París era el corazón.
Quizá ninguna otra nación moderna haya formado una unidad tan total con sus instituciones y su campo, con todo su estilo de vida, sobre todo si se considera el hecho de que debajo de la superficie –el pourtrait– hay tantas facciones regionales y de clase. Por eso se puede decir que Francia es el símbolo más claro de la relación que todos los estados modernos guardan tanto con la naturaleza como con la diversidad humana, y representa la identificación máxima con el mundo más allá del yo que el hombre contemporáneo parece haber logrado hasta ahora.
Sería ridículo sugerir que la identificación amerindia fue (o es) más amplia; de ella solo se podría decir que es distinta y que reconoce, por lo menos, la relación indisoluble que hay entre todos los seres vivos, de hecho entre todo lo que constituye el cosmos, sea animado o inanimado. Es obvio que este punto de vista cobra especial importancia en nuestro tiempo, en el que las combinaciones políticas y las habilidades constructivas de la humanidad tienen el poder de destruir el mundo natural. El enfoque amerindio enlaza a los seres humanos con el mundo y los responsabiliza de mantener la salud de éste; por ende, no solo trata de extraer poder de la naturaleza sino tambien de enriquecerla –de ser necesario, con su propia sangre.
Estimados lectores, es tiempo de ir entrando en materia de estilos, autores, épocas, teoría y análisis de arquitectura, estoy seguro que lo van a disfrutar, un abrazo para todos ustedes.
#InPerfecto
FUENTE
“SABER VER Lo contemporáneo del arte”
Nº 11 JULIO-AGOSTO 1993
Fundación Cultural Televisa
PÁG. 40-75
ISSN. 0188-6819