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ARQUITECTURA Y NATURALEZA parte 3

#Arquitectura
Los
griegos cambiaron todo. Aun cuando heredaron la tradición del monte sagrado, cónico, hendido o corniforme, opusieron a la divinidad de la tierra un cuerpo escultural completamente distinto de sus propias formas canónicas.

 

Carlos Rosas C.
carlos.rc@inperfecto.com.mx

 

La relación de los objetos arquitectónicos creados por la humanidad tuvieron en sus orígenes esa especial intencionalidad de integrarse al entorno geográfico, no solo por una cuestión estética, si no tambien por una cuestión espiritual donde la comunión con la naturaleza tenía un lugar muy especial a cual se le debía todo el respeto.

 

En la entrega anterior vimos ejemplos como el de la pirámide North House que en franca alusión a las masas del monte Taos se convierte en una abstracción a la que se dirigen las ceremonias. Tikal es un ejemplo extraordinario en la selva guatemalteca en la que formalmente los templos del señor Ah Cacao y la señora Doce Guacamaya representan a la abstracción de estos gobernantes que se levantan imponentes entre la espesa vegetación selvática.

 

Otro magnífico caso se encuentra en Mesopotamia donde el entorno geográfico se convierte en un lienzo en blanco para la creación de una montaña artificial en la que formalmente el cielo se conecta con la tierra dotando de misticismo a todo ese conjunto arquitectónico.

 

Esta es la tercera parte del ensayo de Vincent Scully, producto de sus apreciaciones personales sobre arquitectura en el seno de las diferentes culturas del mundo, sigan con nosotros.

 

ARQUITECTURA Y NATURALEZA parte 3

 

Las pirámides de Egipto, a pesar de que indudablemente fueron inspiradas en los “zigurats” de Mesopotamia son del todo diferentes. El imperio antiguo de Egipto no tenía verdaderas ciudades y las pirámides indicaban los lugares en los que se encontraban las tumbas de los faraones localizadas en el desierto, en la ribera oriente del Nilo. Dado que eran signos puramente visuales, intocables de la inmortalidad humana y destinados a ser vistos desde lejos, su función no consistía en sostener templos ni en ser escaladas por sacerdotes.

 

 

Con el paso del tiempo a partir de la época de la pirámide escalonada de Zoser, vista desde el eje marcado por el muro de cobras localizado al extremo sur del patio, se yergue como una escalera ingrávida. Mientras que las caras de las pirámides mesoamericanas o de un zigurat tenían por objeto sugerir una masa tridimensional, en la pirámide de Zoser no hay nada que nos de tal impresión.

 

 

Finalmente en las pirámides de Gizeh todas las superficies se desvanecen en un punto. Originalmente cubiertas de piedra caliza de un blanco deslumbrante, estas pirámides brillaban con los rayos del sol y los reflejaban magnificados sobre el territorio egipcio que se extendía ante ellas hacia el delta del Nilo. En Gizeh se rendía culto a Ra y las pirámides tenían la función de asegurar que se permitiera al faraón abordar la barca solar de este dios.

 

De aquí que todas las pirámides, orientadas exactamente hacia los puntos cardinales, se desplieguen escalonadas una detrás de la figura de la Esfinge, la cual tiene el rostro del faraón Kefrén, cuya cabeza estaba sostenida por el halcón del templo funerario que se encuentra debajo de la esfinge y tiene que mirar fijamente al ojo del sol cuando se levanta en el Oriente y pasa por arriba del Nilo. Al estar orientada al sol siempre mantiene “cargada la batería” y de esta manera la montaña sagrada se “transforma en luz”.

 

 

En Creta durante los mismos años del tercer y segundo milenios antes Cristo, tanto para lo natural como para lo artificial se siguió un patrón mucho más parecido al de México y al del suroeste de Estados Unidos. Las montañas sagradas ya se encontraban en la naturaleza, cada una con su propio carácter.

 

PLAZA CENTRAL DE CNOSOS

 

En Cnosos, sede de la realeza, el monte Jouctas se yergue cónico y hendido, muy similar al monte de Teotihuacán. Sin embargo en Cnosos la relación entre el patio y el monte se asemeja más a la relación entre la naturaleza y las construcciones común en las aldeas de los indios pueblo del suroeste estadounidense. Puye, un pueblo abandonado de la zona de Santa Clara (Nuevo México), es un excelente ejemplo de ello. En Cnosos, la entrada al patio que se encuentra al norte dirige nuestra vista  diagonalmente, a través del propileo sur –vestíbulo del templo-, hacia el cono corniforme del Jouctas, más allá de las cercanas colinas.

 

PLAZA DE PUYE

 

La sala del trono, que se encuentra en la fila de edificios del lado derecho, forma exactamente un eje con el monte. En Puye, la entrada al patio tambien sigue la línea diagonal marcada por una escalera localizada en el muro del extremo y culmina en el bloque masivo del Ts´i-Como, el “Monte Sagrado del Oeste” para los tewa. Los visitantes de Puye observan las danzas de verano parados sobre lo que fueron los techos planos del pueblo, muy probablemente como lo hacían en Cnosos los espectadores –de pie sobre los techos del pueblo y frente al monte sagrado corniforme- que observaban la danza del toro que tenía lugar en el patio, debajo de ellos.

 

 

En Festo donde no había sala del trono, el eje del patio se orienta directamente hacia el monte Ida que abre sus enormes cuernos. Según la mitología, Zeus nació allí y fue enterrado en el Jouctas, monte que semeja una tumba (tholos). Aquí al igual que en Mesoamérica, las formas de la naturaleza predominan sobre las sedes sagradas de la realeza, y las estructuras creadas por el hombre se adaptan a ellas, aumentando así su poder al máximo.

 

Los griegos cambiaron todo. Aun cuando heredaron la tradición del monte sagrado, cónico, hendido o corniforme, y estas formas del paisaje sean características de todos sus sitios sagrados, a finales del siglo VII a. C. opusieron a la divinidad de la tierra un cuerpo escultural completamente distinto de sus propias formas canónicas, creando así el templo períptero, en el cual las columnas ocultan el hecho de que la nao o nave –como en todo edificio- encierra un espacio. Las columnas transforman al edificio en un cuerpo escultórico con unidades individuales verticales, como si fuera una falange griega formada por los cuerpos musculosos de los hombres; abandonando por completo la antigua tradición de imitar las formas de la naturaleza. Ahora los seres poblaban la tierra con imágenes de divinidades creadas por ellos. Las leyes naturales seguían siendo reales e implacables, pero se equilibro esto con la determinación del hombre de ser algo especial en el mundo, diferente del resto de la creación y preparado para desafiar las fuerzas de ésta.

 

MAQUETA DE LA ACRÓPOLIS

 

Los templos representan a los dioses del Olimpo, cada uno de ellos como individuo dotado de un carácter especial. Cada templo aunque de la misma especie que los demás, es diferente,  al igual que los individuos. En Pesto, el Templo de Hera se asienta pesadamente sobre la tierra. El templo de Atenea por su parte, se eleva del piso con saltos triunfales. Las columnas de los templos arcaicos de Apolo carecen por completo de éntasis y por esta razón ni asientan su peso como Hera ni saltan como Atenea, sino que, como en Corinto, simplemente se mantienen firmes, disciplinadas, inamovibles, imagen del orden griego en un paisaje en cuyos confines fulguran las montañas-esfinge y las alturas rocosas de la deidad. Durante el periodo arcaico todo esto culminó en Delfos, en el santuario más grandioso de Apolo. Allí sus columnas (siempre sin éntasis, aun cuando las actuales datan del postclásico) confrontan a la más vasta y potente de las antiguas formas topográficas sagradas: los cuernos del Fridríade, en el que toda la fuerza estremecedora de la diosa se yergue majestuosamente.

 

SANTUARIO DE PALAS ATENEA EN DELFOS

 

En Atenas, bajo Pericles, la ciudad del hombre triunfó finalmente sobre la tierra y sobre todos sus viejos límites y leyes. Solo una o dos décadas antes en Olimpia, bajo la cónica y envolvente colina de Cronos, los griegos habían explorado, como si fuera por última vez, el carácter de las tradiciones antiguas. La ruptura de los límites se celebró con la reconstrucción de la Acrópolis de Atenas en la era de Pericles. Libre como un águila, el Partenón se eleva sobre el paisaje sagrado brillando tan blanco como las pirámides bajo el sol. En sus esculturas, la naturaleza acepta la victoria de la vida política humana sobre todo lo demás.

 

TEMPLO DE APOLO EN DELFOS

 

En el frontón oriental, los cuerpos humanos de los dioses olímpicos se vuelven tan grandes y “naturales” como el cuerpo de Himetos, el monte sagrado que se yergue delante de ellos y hacia cuyos cuernos siempre estuvo orientado el antiguo templo de Palas Atenea. Aquí, aunque en forma distinta, llegamos una vez más a los rascacielos, como si solo un pequeño salto de la conciencia humana separa la victoria de Atenas sobre la naturaleza de la de, digamos, Houston (Estados Unidos), en donde la naturaleza prácticamente dejó de existir de no ser como un enemigo despreciado que acecha en la oscuridad.

 

Roma y Francia en la siguiente entrega de “Arquitectura y Naturaleza” que sin duda está muy interesante, no se lo pierdan. Un gran abrazo a todos nuestros lectores.

 

#InPerfecto

 

FUENTE

“SABER VER Lo contemporáneo del arte”

Nº 11 JULIO-AGOSTO 1993

Fundación Cultural Televisa

PÁG. 40-75

ISSN. 0188-6819

 

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