#InPerfecciones
Con todo y la cantidad de recortes anunciados por la austeridad republicana, la brecha entre el salario de un diputado o senador y el de un trabajador promedio dista mucho del concepto de austeridad.
Carlos Rosas C.
De cara a la toma de posesión el 1º de diciembre la velocidad de los acontecimientos que comienzan a configurar la estructura que compondrá la administración entrante de Andrés Manuel López Obrador resulta inusitada en virtud de la consecución de la austeridad republicana tan anunciada.
Mario Delgado Carrillo afirma que el inicio de la “Cuarta Transformación” comienza a cuajar con la publicación de la Ley de Remuneraciones de los Servidores Públicos donde nadie podrá ganar más que el jefe del ejecutivo, además de ponerle una zancadilla a los ex presidentes que habrán de quedar al borde de la pobreza ante el retiro de las pensiones vitalicias a las que se hicieron acreedores por su “invaluable” servicio a la nación, de modo que tendrán que buscar la manera de hacerse de recursos para “sobrevivir” como cualquier mortal trabajador retirado.
Pensar en el merecimiento de una pensión para un ex mandatario resulta oneroso si ponemos en la balanza la cantidad de beneficios de los que siguen gozando a partir de terminar su mandato, sin embargo, y haciendo un análisis rápido pensando que el jefe del ejecutivo ganará 108 mil pesos y que ningún diputado o senador podrá ganar más que él, resulta un poco incómodo que aún desempeñando una labor tan importante para el país la distancia de los salarios con respecto a un trabajador promedio sea tan grande, y todo esto apoyado en el discurso aquel de “no puede haber pueblo pobre con gobierno rico” porque el cuestionamiento sigue sobre la mesa ¿podría un diputado o senador hacer frente a todos sus gastos con el sueldo promedio que percibe un trabajador?.
El ejercicio sería interesante desde el punto de vista de la austeridad de la que tanto se jactan que harán efectiva con la cuarta transformación, porque lo popular es anunciar el recorte a las pensiones de los ex presidentes y el recorte de los privilegios con los que la clase política se ha dedicado a vivir a cuerpo de rey sin sentir la zozobra de la carencia de recursos para comer decentemente o poder hacer frente a un imprevisto de salud. Lo populista radica en el anuncio de una extensa lista de programas sociales con los que se busca hacer frente al “combate a la pobreza” como si la pobreza en la que vive buena parte de la población nacional fuera el enemigo y no las causas de la situación provocada por una serie de factores internos y externos comenzando por la revisión de las condiciones de trabajo que se encuentran impuestas por las grandes empresas que en la búsqueda de mano de obra muy barata se encuentran muy cómodamente instaladas en el país bajo la displicencia de una secretaría del trabajo que parece estar de adorno. El primer combate que debería librarse es contra la presunción de que lo popular traerá bienestar dejando de lado la “bendita” meritocracia donde la “jerarquía” del puesto implica un salario de todos modos insultante para los que con su trabajo siguen manteniendo a los que alardean de austeros y sobre todo muy republicanos.
#InPerfecto