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LUIS BARRAGÁN, LA MÍSTICA DEL SILENCIO Y EL COLOR

1968, EN LA MEMORIA DE MÉXICO

 

Carlos Rosas C.

carlos.rc@inperfecto.com.mx

 

El oficio de la Arquitectura es un ejercicio lleno de contrastes, se alimenta del arte y las tendencias del pensamiento filosófico, logra reinventarse cuando parece estar todo establecido, es como el agua que se trasmina por la roca y se convierte en movimiento continuo que lucha contra lo estático.

 

En la pasada entrega tuvimos la oportunidad de adentrarnos en la magnificencia de Ciudad Universitaria y su potencia plástica que deslumbra y es un ícono de nuestra imagen como país, tuvimos la oportunidad de conocer a los creadores que desde su trinchera le dieron vida. Hoy conoceremos al Premio Pritzker en 1980, fuerte influencia de muchos arquitectos durante la década de los 90 y que logra conjugar la poética con el espacio arquitectónico al poder confinar el color, la tranquilidad, el silencio y la armonía de las formas de una manera magistral, nos referimos al Arquitecto Luis Barragán Morfín y nos remitiremos a una de sus obras mas emblemáticas que es el Convento de las Capuchinas Sacramentarias ubicado en el centro de Tlalpan Ciudad de México.

 

Nacido el 9 de marzo de 1902 en una familia de hacendados de Jalisco, sus padres fueron Juan José Barragán y Ángela Morfín. Pasó su niñez al lado de su padre en el barrio de Santa Mónica de Guadalajara, su ciudad natal. Estudió en la Escuela Libre de Ingenieros de Guadalajara, sin embargo su interés por la arquitectura, según afirmaba él mismo, había sido producto de la influencia de su maestro el arquitecto Agustín Basave.

Es importante saber que el Arquitecto Luis Barragán cuenta en su haber con obras de extraordinaria belleza que bien vale la pena mencionar como la Casa Gálvez en Chimalistac, Casa Gilardi, Casa Meyer, y su Casa Estudio en Tacubaya.

 

“…En proporción alarmante han desaparecido en las publicaciones dedicadas a la arquitectura las palabras belleza, inspiración, embrujo, magia, sortilegio, encantamiento y también las de serenidad, silencio, intimidad y asombro. Todas ellas han encontrado amorosa acogida en mi alma, y si estoy lejos de pretender haberles hecho plena justicia en mi obra, no por eso han dejado de ser mi faro.”

                                      Luis Barragán, discurso de aceptación del premio Pritzker

 

El convento edificado entre 1952 y 1955 por Luis Barragán para las monjas de la orden de las Capuchinas Sacramentarias del Purísimo Corazón de María representa uno de los logros más importantes de su obra. Su permanente inquietud religiosa, su inclinación por lo místico y, en especial, su gusto por la austeridad de los conventos mexicanos de la época colonial se fundieron ahí con asombrosa fortuna. Se trataba de reutilizar un viejo inmueble donde la capilla sería el único elemento nuevo, y aun así Barragán buscó aprovechar muros existentes para las paredes perimetrales.

Siempre al día en arte sacro, Barragán buscó imprimir en este proyecto la atmósfera espiritual propia de la vida monástica dedicada a la oración y el recogimiento. A base de una serie de juegos de color y luz, la capilla queda envuelta en un halo de oros, naranjas y amarillos que producen un ambiente de extraordinaria elevación.

Aquí se conjugan, quizá como en ninguna otra de sus obras, los elementos arquitectónicos y plásticos al servicio de lo espiritual, lo poético, lo místico. Se trata de la obra de Barragán en donde mayor énfasis existe en la preocupación por el uso de la luz natural y por los calculados efectos de esta en distintos momentos del día. Los elementos decorativos son extremadamente austeros: una cruz plantada a un lado del altar, el vitral de Mathias Goeritz, la celosía amarilla al lado opuesto del presbiterio y el retablo de hoja de oro.

Estimados lectores, así como tuvimos la oportunidad de conocer la influencia funcionalista que se dio cita en Ciudad Universitaria ahora podemos contrastarla con la poética del Arquitecto Luis Barragán que con una obra contemporánea y de una vocación totalmente diferente nos ha dado muestra del vinculo entre el arte y el oficio de la creación de espacios que nos remite a esa raíz de mística, color y belleza de la que somos testigos y ha quedado para bien en la Memoria de México.

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